Curioso. Pagaron hasta el último suspiro en lencería, discotecas, saunas, hoteles, viajes, vino, restaurantes, muebles, ropa u obras de arte con una tarjeta de gastos de representación, pero aquí nadie tiene ni idea. Todos los exconsejeros y directivos de Caja Madrid que han hablado mantienen que desconocían que su tarjeta era opaca. Por más derroches sonrojantes que se publican, por más gastos injustificados que ven la luz, nadie entona el mea culpa. Miguel Blesa, presidente de la caja entre 1996 y 2010, le ha contado al juez que se ha enterado "estos días" de que su tarjeta no tributaba a Hacienda. Solo un matiz: Blesa es inspector de Hacienda por oposición. El otro expresidente, Rodrigo Rato, también ha sacado balones fuera. Su explicación es que "creía" que Caja Madrid le descontaba los gastos de su nómina. Ese "creía" lo pronuncia un exministro de Economía, y un exdirector general del FMI. Ni el "estos días" ni el "creía" han convencido al juez, más partidario del "consintieron, aceptaron y propiciaron" el uso indebido de fondos de la entidad. De ahí las fianzas de 19 millones de euros.

No se han ganado al magistrado, y mucho menos a las miles de personas estafadas con las preferentes. Un inciso. Blesa ignora cualquier uso fraudulento de las tarjetas, pero hace siete meses, en su anterior paso por el banquillo, no tuvo reparos en tildar de expertos economistas a los pequeños ahorradores atrapados con sus preferentes. "Un jubilado que cobra una pensión no es un ignorante financiero", apostilló. ¿El jubilado conocía la letra pequeña de las preferentes, y un inspector de Hacienda, y presidente de la cuarta entidad financiera de España, desconocía el origen y funcionamiento de las tarjetas? Eso se pregunta el magistrado y muchos.

Pero volvamos a los afectados, a las 200.000 personas que a día de hoy todavía no han recuperado sus ahorros, según la asociación de consumidores Adicae. Estos días he tenido la oportunidad de hablar tranquilamente con una de esas familias. ¿Cómo han digerido las tarjetas black? Están "machacados". Es el adjetivo que pronuncian María y José Luis. Su cabeza es incapaz de aceptar tanto despilfarro, incapaz de asumir que pasará mucho tiempo hasta que recuperen los 34.000 euros atrapados en Bankia --si es que algún día vuelven a su cuenta--. Ese dinero es vital para ellos porque, además, se enfrentan a un posible desahucio. Son avalistas de un piso de su hijo, vivienda tras la que también está Bankia. Siguen intentado negociar una dación en pago, pero de momento el futuro les pinta negro. Muy negro. Tienen una sensación de burla infinita. También impotencia. Desprecio. Desolación. Como ellos hay miles y miles de familias en España. Las tarjetas son opacas. Y, vista la postura judicial, parece que también las explicaciones. Periodista