La Universidad de Oxford ha realizado un estudio sobre la propagación intencionada y metódica de noticias falsas, donde se constata la naturaleza creciente y el ámbito mundial del fenómeno merced a las nuevas tecnologías; además, la investigación concluye que, lejos de su explotación restrictiva por parte de regímenes totalitarios centrados en la manipulación de sus ciudadanos, los Estados Unidos y Rusia figuran a la cabeza del tráfico informativo fraudulento de alcance mundial. La globalización y la facilidad de divulgación a través de internet han llevado a la implantación de ciberejércitos gestados con la finalidad de influir sobre la opinión pública en cualquier rincón del mundo, objetivo que se alcanza con tanta facilidad como credulidad existe en los receptores de las noticias amañadas. La ingenua candidez es particularmente habitual en jóvenes sin experiencia en el arte del engaño, así como en quienes carecen de una mínima capacidad para cuestionar la argumentación ajena. Por otra parte, la desinformación sistemática y estructurada no se limita a la esfera gubernamental; existen muchas organizaciones de todo tipo muy ocupadas en promover en la opinión pública opciones favorables a sus intereses, modificar actitudes e influir en las decisiones de la ciudadanía, sea con fines ideológicos o simplemente económicos.

Las mentiras disfrazadas de verdad y suficientemente repetidas calan sin obstáculo cuando no existe espíritu crítico ni se consultan fuentes fidedignas y alternativas, admitiéndose los alegatos intoxicados sin ningún tipo de filtro. Hoy más que nunca, es preciso discernir el bulo de la información veraz y formar en ello a los menos preparados; la mentira es siempre ficticia, pero sus efectos perversos son tan reales como nocivos.

*Escritora