La fascinación del mal, tradicionalmente entendido desde nuestra perspectiva judeo-cristiana, ha tenido que ver convencionalmente con las asechanzas de Satán, el Maligno, dedicado en cuerpo y alma (¿el demonio tiene alma?) a desviar al hombre de su recto camino.

La Ilustración, primero, y algunos filósofos del XIX, después, desmontaron buena parte de los mitos clásiscos y propusieron, en el caso de Nietzsche, y en una revolucionaria transmutación, nuevos valores, entre los cuales la devoción a ese superhombre que habría de conducir a una nueva y superior humanidad por la senda de la voluntad de poder.

Los nazis, de los que Nietzsche, probablemente, habría abominado, utilizaron, entre otros, ese vehículo ideológico para, juntamente con sus unidades blindadas, lanzarse a la conquista de Europa y someterla a su dictado.

Una de sus primeras víctimas fue Polonia.

La tragedia de su invasión y limpieza étnica de su gueto judío ha inspirado novelas y películas. La última, excelente, La casa de la esperanza, de Niki Caro, con una plantilla de magníficos actores encabezados por Daniel Bhrül y Efrat Dor.

El film narra la historia real del matrimonio Zabinski, Jan y Antonina, directores del zoo de Varsovia. Ambos se vieron obligados en un principio a colaborar con los nazis. Estos les ordenaron trasladar sus mejores ejemplares al zoo de Berlín para agradar a Hitler y a Göring, quien en sus biológicos delirios trató, a través de la pareja de bisontes de los Zabinski, modificar su genética para recuperar el legendario y extinguido uro.

En medio de semejantes vicisitudes, los Zabisnki se consagraron a salvar a judíos del gueto, ocultándolos en los almacenes de su zoo y gestionándoles nuevas identidades para ayudarles a recuperar la libertad. Su doble papel, de aparente sumisión frente a los jerarcas nazis y héroes secretos de su pueblo oprimido tendrá efectos en el equilibrio emocional del matrimonio, cuya armonía se verá alterada por la convergencia de fuerzas hostiles.

Esa fascinación por el mal, la tiranía, el despotismo, la violencia o la conquista sigue hoy más vigente que nunca. No hay más que observar a los llamados líderes, la mitad de los cuales no cree en otra cosa que en el mantenimiento y abuso del poder. No caigamos en sus redes.