L a fe es una virtud sobrenatural que dispone al hombre a asentir firmemente a todo lo que Dios ha revelado. La del carbonero le capacita para mantener unas creencias sin necesidad de explicarlas ni de aportar pruebas que demuestren que son acertadas. Puesto que Pedro Sánchez defiende la laicidad del Estado como fórmula esencial de avance y progreso defenderé que la suya es la fe del carbonero, y por tanto no necesita dar razones sobre lo que cree. Lo cree y punto. Solo desde una perspectiva de fe, pero de fe ciega, se puede acabar conduciendo al PSOE al callejón sin salida en el que se encuentra, aunque en este propósito ha contado con el apoyo incondicional del comité federal. Y todo por no saber jugar bien las cartas desde el inicio, cuando en diciembre pudo facilitar un gobierno del PP poniendo sobre la mesa una serie de condiciones y reformas pactadas con Podemos y Ciudadanos. Pero Sánchez se empeñó en gobernar porque el que podía hacerlo, Rajoy, no se atrevió a coger las riendas con tres tipos detrás atándolo en corto. Bien es verdad que ninguno de los cuatro planteó semejante fórmula, faltaron agallas para implicarse con todos los españoles y pactar una serie de reformas y de códigos democráticos que son imprescindibles. Tampoco ha sabido jugarlas en la segunda intentona: su propia intransigencia, «no es no», y la de los barones de su partido, que le niegan el apoyo que ellos tienen para gobernar en sus autonomías, ha dejado al PSOE en fase terminal. Con casi seis millones de votos perdidos desde 2008, el rincón de pensar debería tener lista de espera.

*Periodista