El desembarco de la francesa PSA en el control de Opel abre una nueva etapa que coincide con los cambios a medio plazo que impondrá la electrificación del automóvil, la transformación industrial que supone la fase 4.0 y la imperiosa necesidad de que la marca de matriz alemana recupere la rentabilidad tras dos décadas de pérdidas constantes. Todo ello repercutirá sin duda en la factoría de Figueruelas y en toda la empresa auxiliar. Por ahora, la continuidad de la planta parece asegurada, pero sus costes (empezando por los laborales) serán sometidos a unos ajustes que el propio presidente del grupo, Carlos Tavares, ha calificado de «duros».

El sector del automóvil mira ya hacia un futuro próximo sin motores de explosión, con sistemas de producción totalmente robotizados, con programas de inteligencia artificial tanto en las fábricas como en cada uno de los coches y con diferentes y renovadas maneras de entender el uso y disfrute de los vehículos. Todo ello mientras el factor beneficio queda sometido a programaciones complejas pero determinantes. Ahora mismo, cada coche Opel ha de producirse con un coste inferior en 700 euros al actual. Es un reto que impondrá sacrificios a los trabajadores. La cúpula de PSA no acaba de especificar en qué consistirán dichos sacrificios, pero cabe dar por sentado que la próxima negociación del convenio que afecta a Figueruelas no será fácil.

Aragón sigue estando muy condicionado por la marcha, buena o mala, de la empresa que, junto con sus auxiliares, constituye la columna vertebral de la industria en nuestra comunidad. Llevamos 35 años sin conseguir una diversificación económica que relativizase el peso de Figueruelas y el cluster anejo. Y en todo ese tiempo no han faltado los momentos en que alguna duda sobre el futuro de la planta nos ha hecho temblar. Por fortuna, la factoría ha seguido adelante, ganando peso específico y prestigio. Su producción tiene un sello de calidad propio, como ayer mismo reconoció la directora general de Citroën al valorar el lanzamiento del modelo Aircross, que ya se monta en la fábrica zaragozana.

Sin embargo los profundos cambios que llegan exigirán iniciativa y acciones de naturaleza institucional y social para que el automóvil siga siendo, por mucho tiempo, un factor esencial de la economía aragonesa. El futuro nos alcanza.