Ante el paisaje descorazonador de la actualidad, hoy es más fácil creer en el papa Francisco que en Dios. Antológica fue su audiencia navideña ante la curia vaticana donde, con humor, sonrojó a muchos de sus ministros. Les habló de las patologías que surgen en el Vaticano. Muchos se creen inmortales, indispensables o inmunes, les dijo Francisco. Asegurando que más de uno se cree dueño y se siente superior en lugar de estar al servicio de todos. Imagínense las caras y los apuros por los que pasaron varios obispos. Pero ese es el camino. Autocrítica en casa para servir bien fuera. Así actúa Francisco. Con humildad pero con exigencia. Su papel ha sido clave para el deshielo entre Cuba y EEUU, con un compromiso que viene de antiguo. Me cuenta Paloma Gómez Borrero que se remonta a cuando los arzobispos de Buenos Aires y La Habana, Bergoglio y Ortega, se emplazaron a buscar una solución. Y Bergoglio no ha faltado a su promesa siendo Papa. En Granada, el sórdido comportamiento del clan de los Romanes lo destapó él gracias a la carta que un joven le mandó narrándole supuestos abusos sexuales de varios sacerdotes siendo él menor, abriendo un espacio de luz para la justicia donde antes solo había crujir de dientes y sombras vaticanas. Curas detenidos y más investigados. El caso está abierto pero este simple hecho ya representa un cambio que irradia esperanza. La confianza es una luz que surge entre la maleza si alguien predica con el ejemplo, y Francisco no ha dejado de ser faro. Austeridad frente a los fastos bertonianos. Humildad y transparencia frente a la soberbia y el corporativismo que hasta ayer ponían sordina a los escándalos que envolvían a la institución. A diferencia de muchos políticos, Francisco es un líder de nuestro tiempo. Gestos, hechos y detalles. Duchas para los más desvalidos frente a los mármoles vaticanos, críticas para la UE y sus políticas de austeridad e inmigración y para Rusia y también para más de un obispo. El siglo XXI, hiper y ciber conectado, ha echado abajo los castillos de hadas, las imposturas y todo que decían impecable. Todo lo humano conlleva error y da opción a la sombra. La diferencia es entender que para ganar el futuro, la negación sistemática y el encubrimiento ya no son una opción. Actuar así no salvaguarda nada. Contamina. Enquista. Tumoriza. Es a través de la humildad, de la transparencia, del reconocimiento del error, de la justicia y del ejemplo con lo que uno se gana el respeto. Y Francisco, además, se ha ganado la autoridad. Periodista