La corrupción es un fenómeno sistémico, de este sistema, quiero decir. Cada día asistimos a un más difícil todavía, en el que la cutrez de quienes utilizan el dinero público para hacer la compra cotidiana o pagar la comunión de sus nenes se alimenta con la opacidad de un sistema diseñado por las élites corruptas a su mayor beneficio. Cuanto más cerca del núcleo del sistema, más posibilidades de que la potencia de su agujero negro arrastre hacia dinámicas corruptas incluso a aquellos que, en teoría, deberían servir para combatir los excesos del mismo.

Panorama desolador, ante el que mucha gente, durante micho tiempo, ha pensado que nada podía hacerse. No en vano es el propio sistema el que alimenta la idea de que todos somos iguales, corruptos en última instancia, y que, por lo tanto da igual quién esté ahí. La corrupción está escrita en nuestra naturaleza. Precisamente, por simplista, el mensaje ha calado muy profundo. En ese universo mental, plantear una alternativa desde la política se hacía tremendamente complicado, puesto que el concepto "política" había sido fagocitado por el sistema y solo porcentajes muy bajos de la población se atrevían a pensar que otro mundo, otro sistema es posible.

PERO EL sistema se ha hecho irrespirable. La corrupción lo impregna todo. Ahora sabemos que nuestras élites (empresariales, políticas, deportivas) están ahí por su connivencia con la corrupción. Empresarios corruptos subvencionan partidos corruptos, bancos corruptos sostienen medios de comunicación y organizaciones políticas, operaciones corruptas de empresarios corruptos (¿quién está detrás de los grandes clubes?) sustentan el deporte de élite, con sus sueldos inmorales, para renovar ese tan tradicional pan y circo. El sistema está desnudo. Ante esta situación, cada vez un mayor porcentaje de la ciudadanía se atreve a cuestionar lo existente. Ese porcentaje es aún pequeño, pero muy superior a lo que era hace unos años. La realidad obliga a abrir los ojos, aunque toda la potencia del sistema esté orientada a cerrárnoslos. Pero hacen falta estímulos para que más gente se atreva a abrir los ojos y otear otros posibles horizontes, para que se atreva a decirse a sí misma: esto no puede ser. Porque cuando alguien se da cuenta de una situación insostenible, busca alternativas.

Y hay que ofrecérselas. De ahí la responsabilidad de quienes defendemos hace tiempo la necesidad de otro modo de vivir, otro modo de organizarse que se aleje de la irracionalidad e injusticia en que vivimos. De ahí nuestro empeño en buscar una alianza de la mayoría social frente a la élite corrupta que nos dirige. En un estallido de esa responsabilidad, ha surgido Podemos, la iniciativa encabezada por Pablo Iglesias para construir una candidatura unitaria para las elecciones europeas. Su presentación en Zaragoza la pasada semana fue un éxito tal que hubimos de salir a una plaza para poder escucharle, pues no se cabía en el salón de actos del Centro de Historias. Y si algo se notaba entre la gente era una ilusión basada en la creencia de que parece que empieza a ser posible construir un algo común que sirva de referente a la mayoría social.

Pero Podemos debe ser consciente de que ese algo no es, todavía, Podemos. Que la apuesta de unidad es un deseo por construir, en el que deben sumarse desde IU hasta Equo, pasando por ANOVA, Compromís, CUP, el Frente Cívico y, desde luego en Aragón, CHA. Y mucha, muchísima gente que no se identifica necesariamente con una organización concreta y que está esperando algo que les ilusione. Hace dos años, a unos meses de las elecciones generales, a pocos se nos pasaba por la cabeza la posibilidad de una candidatura unitaria de la izquierda. Y a quienes se nos pasaba, nos parecía tremendamente complicado. Finalmente, se consiguió. Ahora se trata de desarrollar un proceso en esa dirección, pero de mucha mayor envergadura. El día de las elecciones europeas no queremos tener que elegir entre diferentes papeletas de la izquierda. No nos pongáis en esa tesitura. Frente a la corrupción del sistema, ofrecednos ilusión, decidle a la ciudadanía que nace algo nuevo que va a barrer las miserias del presente. Que juntos, podremos.

Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza