El paro es el tema que más preocupa a los españoles. Razones hay que lo justifican. No viene mal recordar que Olof Palme señaló que el primer objetivo de una política socialdemócrata era alcanzar el pleno empleo, porque el paro significa un terrible despilfarro, sufrimiento humano y una amenaza para la democracia. Mas lo cierto es que el capitalismo neoliberal no erradica tal lacra. Los gurús de la economía proponen todo tipo de reformas laborales para crear empleo, basadas en la flexibilización de las relaciones laborales, reducción salarial y de contribuciones a la Seguridad Social, bajada de impuestos, etc. Mas la dramática realidad persiste. España ha sufrido y sufre un gravísimo problema estructural de paro: en 1982 la tasa era del 16%, ahora supera el 20% y, en medio, sólo ha bajado del 16% entre 1999 y 2008. Nuestros gobernantes argumentan que su gran preocupación es crear empleo. Falso. ¿Se puede combatir el paro retrasando la edad de jubilación, el incremento del horario laboral y las horas extras, o con el despido de 180.000 empleados públicos? ¿Se apaga un incendio con gasolina? No les preocupa el paro, ya que viene muy bien para explotar a la clase obrera y dinamitar toda la legislación socio-laboral de los últimos 100 años. No es novedad, ya en 1944 el economista Kalecki decía en su artículo Aspectos políticos del pleno empleo: "En verdad, bajo un régimen de pleno empleo permanente, el despido dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se minaría y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría."

Según Alberto Rabilotta y Michel Afnaïeff, el paro no solo persistirá, sino que se incrementara por la digitalización y automatización de la economía. El pensamiento económico dominante aduce que la automatización eliminará empleos obsoletos, pero que los reemplazará por nuevos e incluso los incrementará. Tal planteamiento se basa en una comparación con la Revolución Industrial, pero no hay nada que lo sustente.

Jean-Yves Geoffard, de la Escuela de Economía de París, subraya "el riesgo sobre numerosas actividades intelectuales, relacionadas con el tratamiento de informaciones, que pueden ser confiadas a maquinas". Los empleos del sector de servicios, de la administración y del conocimiento están en grave peligro. Un estudio de la Universidad de Oxford indica que la informatización afectará alrededor del 47% de los empleos existentes en USA en las próximas dos décadas. Vamos de las sociedades del trabajo a las sociedades sin trabajo. Ya lo dijo Keynes en la conferencia impartida en Madrid en 1930 Las posibilidades económicas de nuestros nietos: "Estamos siendo castigados con una nueva enfermedad, nueva para los que me lean, pero que de la que oirán mucho en el futuro; es decir, paro tecnológico. Esto significa desempleo debido a nuestro descubrimiento de los medios para economizar el uso del factor trabajo sobrepasando el ritmo, con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible".

Además, este huracán tecnológico, que se abate sobre la economía, trastorna el mercado del trabajo, lo que se refleja ya en los indicadores económicos. Los empleos y los salarios caen mientras que la productividad y las ganancias se disparan. Si las tecnologías digitalizadas proveen los medios para la abundancia en la producción, también generan las condiciones para que esta sea muy mal distribuida. Esto no es algo fortuito, sino que proviene tanto del régimen de propiedad capitalista como del funcionamiento de las tecnologías digitalizadas, y del uso que de ellas se hace.

Si el trabajo no llega para todos, el que hay habrá que repartirlo. Como señala Serge Latouche, el precursor de la teoría del decrecimiento, hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero, sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto hoy es subversivo.

Guy Aznar un investigador francés, a fines de la década de 1980, lanzó la idea de una sociedad sin desempleo y en la que se podría "vivir a tres tiempos", equilibrando producción, actividades sociales y tiempo individual. Cada uno organizaría libremente su proyecto de vida en torno de esos tres polos: el trabajo en la esfera productiva, la actividad en la esfera social, la actividad o no-actividad en el espacio individual. Y a cada tiempo correspondería un ingreso: para el tiempo de trabajo productivo un salario; para el tiempo social un "segundo cheque" relacionado a la productividad de la sociedad, a su crecimiento económico, y del cual podrán beneficiarse solo las personas que hayan aceptado reducir su tiempo de trabajo; para el tiempo libre, un ingreso facultativo y fruto de la autoproducción bajo el signo del valor de uso.

Termino de nuevo recurriendo a Keynes, el cual vinculó el progreso tecnológico a la posibilidad de liberar al menos parcialmente a la humanidad de su carga más antigua y natural, el trabajo. Pero, cuando esta posibilidad está al alcance de la mano, nuestro sistema socioeconómico es incapaz de convertir el crecimiento de la riqueza y el aumento del desempleo tecnológico que lo acompaña en incremento del tiempo de ocio voluntario, y de abordar el trabajo de otra manera distinta a una mercancía.

Profesor de Instituto