Dar rodeos es una forma habitual pero poco eficaz que emplean los partidos para afrontar los problemas. En respuesta a la creciente preocupación ciudadana por la corrupción todos se vieron empujados a encontrar un punto límite que frenara el aluvión de casos ajenos y propios y revolotearon sobre la figura jurídica de la imputación. Y aunque según el propio ministro de Justicia, ser imputado es simplemente ir a declarar con abogado, en esa línea finalmente más difusa que roja se autorepartían diplomas de honradez y transparencia, con un balance pobre y casi ridículo en lo relevante: la dimisión en diferido barnizada de digna jubilación del socialista Grinán; la del concejal de Ahora Madrid Zapata, que pagó pero solo a medias la novatada; y las finalmente inevitables de Chaves y Zarrías, más que a rastras.

Si el panorama ya parecía una riña de gallos desordenada, el PP, con la reciente designación como número tres de su partido de Martínez Maíllo, imputado por el caso Caja España, y un PSOE andaluz que no acaba de drenar su pantano judicial han confirmado un nuevo fiasco en cuanto a comportamiento ético.

Si alguna vez pareció que el debate sobre la regeneración iba en serio, lo más preocupante, después de todo, son los hechos constatables, con escándalos como la desaparición y destrucción de documentos públicos tras las últimas elecciones, o las recalificaciones y concesiones otorgadas por Ejecutivos salientes. Destaca especialmente los pocos escrúpulos de Cospedal, por lo significativo que resulta que sea la secretaria general del partido que dirige el país.

Los gobiernos municipales de candidaturas sociales entrantes, sin embargo, han tardado poco en marcar como prioritario el problema de los desahucios y el diálogo como instrumento, coincidiendo con un informe de Amnistía que sitúa a España, junto a Grecia, con el porcentaje de vivienda social más bajo de la UE, un 1,1%, bien lejos del 17% de Francia, por ejemplo. Mientras Rajoy y los suyos siguen tachando de "extremista" y "radical" a todo aquello que identifican como enemigo, cada vez está más clara la frontera entre la vieja y la nueva política.