Cuando escribo estas líneas, Puigdemont todavía no se ha manifestado sobre la DUI o no DUI. Da igual, porque lo que escriba en estos momentos ya estará viejo cuando ustedes lo lean. En esta situación tan tensa, pero tan de opereta, me quedo con las pinceladas de lo que hemos vivido estos días: tractores a modo de tanques marchando triunfales por la cosmopolita Barcelona. Familiares mandándose cariño por whatsapp de un lado al otro de la invisible frontera entre Aragón y Cataluña, como si nos hubieran invadido los marcianos y no nos fuésemos a ver más. Teléfonos zumbando sin parar con las últimas noticias de las últimas noticias, en foros de todos los pelajes e ideologías. Televisiones encendidas en lugares en los que nunca hay televisión encendida en un día normal. Todo un país suspendido conteniendo la respiración una semana entera, viviendo por fin un día que jamás creímos que llegaríamos a ver. Sin embargo, pase lo que pase esta tarde (para ustedes, ayer por la tarde), hoy nos habremos levantado a la misma hora. Nos habremos vestido, habremos desayunado y nos habremos dedicado a los mismos quehaceres que ayer. Pero nada será ya lo mismo. Da vértigo pensar desde esta plácida tarde de otoño (para ustedes, la tarde de ayer) que la Historia se está escribiendo con mayúscula en estos mismos momentos, cuando lo único que querríamos es sentarnos en una terraza y tomarnos algo fresquito. Que se preocupen los próceres. Yo soy incapaz de especular más. Con no añadir crispación, ya me doy por servida.

*Periodista