El equilibrio en la victoria de ayer frente a un Levante trotón y moroso lo puso Íñigo Eguaras. Jorge Pombo se lució y Borja Iglesias va demostrando por el camino que es un delantero potente, estupendo aun sin gol. Fueron, además, dos guerrilleros en ese ejército que, por primera vez, ganó una batalla con el método que quiere inculcar Natxo González, el de impedir sobre todas las cosas que el rival se aproxime al área de Ratón así Buff tenga que deslomarse en solo partido más que en la mitad de su carrera en Suiza. En ese bloque en construcción del que todavía se desconoce la auténtica fortaleza de sus vigas maestras, Eguaras asomó como faro y muralla. El navarro tuvo en su juego pendular el candado de un sistema defensivo disciplinado y la llave para abrir caminos en la salida de la pelota: sabe estar, decidir e interpreta su papel con serena seguridad en sí mismo.

El Real Zaragoza de Segunda se había estancado en su sala de máquinas, siempre con la nostalgia de recuperar algún vestigio de Santiago Aragón, un tipo de futbolista extinguido en este deporte. Se apostó por Íñigo Ruiz de Galarreta, elegante y pausado crativo a quien las graves lesiones de rodilla guillotinaron su magnífica proyección. Destinado para la gloria en el Athletic, hoy persigue su sombra en el Barcelona B tras su paso por el Numancia. En La Romareda no pudo reencontrarse. Lo intentó sin convencer. Había perdido la gracia y la chispa en los quirófanos. Después, también de la cantera de Lezama, llegó Erik Morán, quien en un principio parecía destinado a portar con criterio esa antorcha semiapagada para más tarde ser desplazado por ramalazos de flema defensiva y por desafortunadas decisiones tácticas que fulminaron sus mejores virtudes hasta precipitar su salida del club aragonés. En el Leganés, en Primera División, ha vuelto a ser feliz como titular.

Esta temporada, la más complicada para hallar un conductor, se ha vuelto de nuevo a la factoría bilbaína en la figura de Íñigo Eguaras, prometedor centrocampista desde su etapa cadete (a esa edad quiso llevárselo Osasuna). Progresó hasta el Bilbao Athletic pero el destino le indicó rutas con mayores curvas. El Sabadell, con el que descendió, el Mirandés, club con el que también perdió la categoría... Demasiado castigo para un jugador de sus prestaciones. En el Real Zaragoza busca la redención deportiva sin estridencias, sin deudas con el pasado, siendo el de siempre. Ayer, en un encuentro sin excesivas exigencias, se exigió con notable relevancia ser el capataz y el arquitecto de la obra. Quiere ser una de las vigas maestras del edificio por levantar de Natxo González.