Ayer se presentó en Zaragoza Albert Rivera, el jefe de Ciudadanos, y reventó el auditorio del Reina Petronila. Aquello fue un exitazo (otro más a cargo de un partido alternativo), y eso que la cosa iba de desayuno y se celebró a las 9 de la mañana. Por eso, cuando la gente se empeña en preguntarme sobre el vencedor del debate sobre el estado de la nación (sí, hombre, ese que se celebró esta semana aunque parecía haber sido llevado a cabo en un momento indeterminado del pasado bipartidista), pues yo les contesto que, de haber ganador (o ganadores), no puede ser ninguno de los oradores que se sucedieron en la tribuna del Congreso. Ni Rajoy ni Sánchez, los mejor parados fueron Pablo Iglesias (citado expresamente por el presidente del Gobierno pese a no ser ni siquiera diputado) y el propio Rivera. Estaba cantado.

Lo más sensacional del debate en cuestión fue, según todos los observadores, ver a don Mariano perder los papeles y los estribos, rabioso perdido porque no se le reconocía como jefe y salvador de España y encima le mentaban al maldito Bárcenas. Mucha gente (empezando por la peña monclovita) se ha extrañado de que Sánchez se tirase a degüello. ¡Como si el secretario general del PSOE pudiera hacer otra cosa! O pelea o muere. Lo de salir en la foto firmando consensos con cadena perpetua incluida no le beneficia ni miaja.

Que Rajoy no ganó nada (y probablemente perdió más de lo que pensaba) lo sé por un detalle muy significativo: en la encuesta telefónica que hacen los de 13 TV durante su tertulia nocturna, menos del 60% de los participantes le coronaron como vencedor, cuando lo habitual es que el PP reciba apoyos superiores al 70%. Ese es un dato contundente y elocuente... y no las cifras maquilladitas o simplemente falsas que suele desgranar el señor presidente para vendernos su recuperación.

Así que cuando Rafael Hernando, el malhumorado (¿estreñido?) portavoz parlamentario del PP, se puso a darle caña a Podemos, cualquiera pudo darse cuenta de lo que había pasado. Los otros habían ganado. Y van...