En mis artículos de estos últimos años he repetido de manera machacona la necesidad de que la izquierda real diera pasos en un proceso de convergencia. Hace cuatro o cinco años, me repetí reclamando una confluencia electoral entre las que entonces eran fuerzas representativas de la izquierda en Aragón, CHA e IU. La Izquierda de Aragón, fruto del encuentro entre esas dos fuerzas y lo que denominamos la Iniciativa Social, en la que estábamos gente de mesas de convergencia y de otros ámbitos, fue, en las pasadas generales, una buena noticia que permitió obtener un diputado en Madrid y evitar la desagradable opción de tener que elegir entre diferentes papeletas.

Los tiempos se aceleraron de manera inusitada, y lo que había sido un planteamiento lógico para el momento, el acuerdo cupular de dos organizaciones, fue desbordado por una dinámica social en la que la gente de a pie, sin carnet ni militancia, pedía protagonismo en la política. El esquema de pacto que dio a luz a La Izquierda de Aragón quedó obsoleto, cosa que comprendimos buena parte de quienes participamos en aquel proceso. Y al poco, nació Podemos, provocando una mutación radical e inesperada del panorama político.

EL PRIMER EFECTO de su aparición fue contradictorio, pues, por un lado, y desde una perspectiva negativa, nos vimos obligados, en las elecciones europeas, a elegir entre demasiadas papeletas de la izquierda, pero, a la vez, la suma representaba un resultado histórico: más de un 20%. Por un lado, se veía la posibilidad real de cambiar las cosas, por otro, seguía acuciando la necesidad de reducir el espectro electoral y político.

Es en ese contexto en el que nace Guanyem Barcelona y, en su estela, diferentes Ganemos a lo largo y ancho del país. No cabe duda que, desde la línea de reflexión que han representado mis artículos en estas páginas a lo largo de los últimos años, es una magnífica noticia. Un inmenso esfuerzo colectivo, del que he sido testigo aunque muy poco protagonista, ha culminado en una propuesta política, Ganemos, que aúna a (casi) toda la izquierda y tiene opciones de alcanzar el poder para ponerlo, de una vez, en manos de la ciudadanía.

El camino ha sido muy duro y complicado, ha exigido de mucha inteligencia, paciencia y, sobre todo, deseo. Deseo de multitud, lo califico yo, deseo de construir entre todos y todas una herramienta útil para una política diferente. Ese deseo de multitud se ha hecho fundamental, pues es el que ha permitido limar diferencias, superar dificultades, mirar lo que nos une, no lo que nos separa. Construir lo común, en suma. Creo que estamos ante un verdadero hito de nuestra historia reciente, pues la izquierda ha sabido superar las discrepancias que tradicionalmente la separan para encontrar los motivos que le exigen confluir. Algo que, históricamente, se ha mostrado casi imposible.

De ahí la alegría que desbordaba las redes sociales cuando Ganemos se convirtió en una realidad. Se había conseguido. Pero cuidado. A veces me ha ocurrido que, después de un viaje largo y difícil para llegar a algún lugar, he pensado que ya había alcanzado el objetivo. Inmediatamente me he dado cuenta de que no, que el viaje era, en realidad, el inicio, la condición inexcusable para lo que venía después. Aquí ocurre lo mismo: hemos viajado hasta una candidatura, lo cual supone un éxito, pero ahora comienza lo complicado; llevarla a buen puerto.

Se avecinan tiempos apasionantes. Y de gran responsabilidad. Quienes creemos que es preciso hacer las cosas de otra manera hemos de demostrar ahora que sabemos hacerlas. Los procesos políticos que se han puesto en marcha van a generar muchas expectativas, por lo que la responsabilidad de no frustrarlas resulta fundamental. Nadie de quienes emprendemos este viaje debería creerse en posesión de la verdad, no es este deseo el que debe presidir esta aventura, sino el deseo de multitud, el denodado esfuerzo por encontrar aquello en que una mayoría social puede reconocerse. Un reto político de nuevo cuño en el que, más que a hablar, deberemos aprender a escuchar. Si en la democracia griega la palabra era el instrumento político fundamental, como medio de conseguir convencer, entre nosotros quizá deba serlo la escucha, la apertura a dejarnos convencer de que lo que los demás dicen merece ser escuchado.

* Profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza