Al caer el telón de la larga y fructífera vida de Gabriel García Márquez se levanta el de la eternidad ganada línea a línea, pues el gran escritor colombiano es uno de los nombres de referencia de todas las literaturas del siglo XX. Con el Premio Nobel de Literatura concedido a Gabo en el año 1982 se premió al autor de imaginación inagotable, pero también al realismo mágico y, por extensión, al conocido como boom latinoamericano, que agitó las letras hispanas a ambos lados del océano Atlántico y cuya fértil herencia llega hasta hoy. Y con el reconocimiento universal al narrador inabarcable que fue Gabo se consagró también su aportación decisiva al desarrollo de un nuevo relato existencial de la América hispana.

Después de leer Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera o Crónica de una muerte anunciada, por citar solo tres grandes momentos de los muchos que atesora la obra de García Márquez, es imposible acercarse a la historia de América, a la frondosidad del mestizaje indígena y español, con el mismo ánimo que antes de adentrarse en su cosmos literario. Como acaso sucede con Carlos Fuentes y México, con Jorge Luis Borges y Buenos Aires, con el joven Mario Vargas Llosa y el Perú, y con tantos otros nombres del elenco latinoamericano, el legado que deja García Márquez no afecta solo a su magisterio literario sino que excede esos límites y se adentra en la explicación-interpretación de por qué el continente latinoamericano es como es.

En García Márquez pesa tanto este esfuerzo por actualizar el relato de América como el vínculo con las grandes corrientes de la novela contemporánea, de Franz Kafka a William Faulkner, pasado todo por la experiencia personal, el misterio y la exuberancia de Aracataca, su tierra natal, el aprendizaje en la prensa más modesta, el gran reportaje, el cultivo del cuento, la crítica de cine y la adecuación del nuevo periodismo al ecosistema latinoamericano. Todo sumó y creció en manos de Gabo, y arraigó en los muchos escritores que hoy reconocen su influencia, la fuerza de su prosa rutilante, de estructuras narrativas tocadas por la brillantez de un estilo poderoso.

A cuantos estos días han llorado a Gabriel García Márquez les cabe el consuelo de asirse para siempre a la lectura gozosa de sus numerosos libros. Y a cuantos aún no los conocen les queda vivir la aventura extraordinaria de descubrir la obra del gran Gabo, todo un gran retrato imperecedero de su mundo.