A los más de 2.000 muertos registrados en la guerra que enfrenta a Israel y Hamás en la franja de Gaza se suman ahora los asesinatos selectivos llevados a cabo por Tel Aviv contra dirigentes de aquella organización palestina y su respuesta hecha de ejecuciones a tiros, en público y sin un juicio justo de ciudadanos de la franja acusados de colaboracionismo con los israelís. La barbarie ha subido un nuevo peldaño en el conflicto entre Israel y los palestinos. La incapacidad para llegar a un acuerdo sobre un alto el fuego duradero y la continuación de la violencia reclaman una nueva forma de encarar la crisis. No puede ser que los garantes de las fracasadas negociaciones en El Cairo --Egipto y EEUU-- lo sean en realidad de una de las partes, Israel. Más allá de la asistencia humanitaria --que es primordial en Gaza--, Naciones Unidas debería tener un papel fundamental en la solución de la crisis, empezando por poner fin a la violencia y por hacer cumplir a Israel las antiguas resoluciones que siempre ha ignorado.