Si el gen egoísta existe y es colectivo, podría afectar a toda la humanidad. Tratándose de Europa y de ahora, los genes egoístas van que vuelan. ¿Sería una maldición divina? No. Eso de la falta de hospitalidad, de confiscar el dinero a los refugiados; hacer que desaparezcan niños y ser indiferentes ante el sufrimiento, no debe ser un imperativo categórico. Podríamos ser un poco mejores. Todavía cabe el optimismo. Puede haber confianza en la humanidad. No sé si seré objetivo, pues creo que todavía siento amor por mis congéneres.

Cuando estudiábamos teoría sociológica tropecé con la obra de un liberal inteligente, Herbert Spencer, muy convencido de la teoría de la evolución. Hasta el punto de criticar el que los pobres recibieran ayudas; se curase a los enfermos o se socorriera a quienes hubieran vivido una catástrofe. Si lo previsto por la naturaleza es que no sobrevivieran, oponerse a la naturaleza era como oponerse a Dios. Los humanos seríamos fanáticos de la supervivencia y solo los mejores y los más adaptados sobreviven.

Otro liberal brillante, Stuart Mill, escribió un libro teórico de gran éxito, Sobre la libertad, en donde plantea, a través de una doctrina ultra liberal, la importancia de la mayor libertad y desregulación del mercado. Y todo para el bien común. Sin embargo, el libro de Mill tiene un pequeño defecto: excluye del derecho a la total libertad a los niños, no estarían preparados; a las mujeres, por lo mismo y porque no conviene; a los de razas inferiores; y a los obreros, que podrían usar esa misma libertad contra los patronos. Por lo demás, libertad para todos.

Después llegaría una gran teoría general del pesimismo: en una parte de la excelente obra de Sigmund Freud, expuso su concepción de Eros y Thanatos, según la cual los humanos tendríamos un instinto de vida, Eros, y otro de muerte, Thanatos. Unos más y otros menos; pero todos los tendríamos. Estos impulsos nos hacen mejores o peores, hacen que nos alegremos al contemplar la felicidad de otros o, por el contrario, que nos indignemos al ver a niños y niñas jugando libremente. Sería el instinto de muerte el que nos habría llevado a guerras, asesinatos y toda clase de delitos contra las personas, animales y plantas. Lo grave y preocupante es que, al final de su vida, Freud escribió una famosa carta a Einstein, en la que creía que el Thanatos podía ser colectivo y, en tal caso, la humanidad terminaría destruida por sus propios miembros.

Por suerte: 1) no hay pruebas de que el instinto Thanatos sea colectivo. Se puede fomentar y contagiar; pero no sería un instinto natural. Sucede igual con la pugnacidad (violencia colectiva organizada), que tampoco es instintiva: las distintas culturas suelen fomentarla cuando lo creen necesario y hasta se conceden premios y medallas.

2) Frente a la concepción evolucionista radical de los genes egoístas y los genes asesinos existen las ideas, la memoria y la experiencia, los mnemes, de los que habló el biólogo Richard Semon, desde 1904.

El gen exitoso para sobrevivir, según los neodarwinistas, tendría un egoísmo despiadado. Y los genes podrían reproducirse y propagarse por selección natural.

3) También pueden reproducirse las ideas, la memoria y la experiencia. Semon pensaba que la memoria dejaría una impresión, incluso física, en el cerebro humano. De ser cierto, además de los genes se prodría heredar algo de la experiencia. Los mnemes podrían heredarse lo mismo que los genes. Pueden también ser egoístas; y lo contrario, generosos y altruistas.

4) Los mnemes no son necesariamente egoístas. Esto es lo importante. El altruismo y filantropía existen en el mundo animal y en algunas plantas. Son muchas las especies que no habrían logrado sobrevivir sin la ayuda de otros. Y entre nosotros, la mayoría de las sociedades censuran los mnemes egoístas. Saben lo que supone lo contrario. No hay que olvidar que en el propio subtítulo de El Origen de las especies, de Darwin, se añadía... "o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (1859)". No nos olvidamos de que una de las corrientes ideológicas que se propagaron antes y durante la segunda guerra mundial, dio lugar a las mayores atrocidades.

Y 5) en el bando del optimismo, estaría el hecho de que los humanos tienen libre albedrío. Una vez que adquieren un lenguaje articulado pueden pensar, razonar y valorar; y que el temor al futuro y la esperanza en el futuro son sentimientos que también dejarían huella en el cerebro. Si lo que valoramos más es la esperanza huiríamos de lo que pueda favorecer el que se tiren bombas atómicas, haya dictaduras contrarias a los derechos humanos; o intereses personales capaces de destruir los ecosistemas y el planeta entero. Habría mnemes para todo. También para lo bueno. Si de lo que se trata es de competir sistemáticamente entre nosotros, para ser los superiores, se puede llegar a justificar el racismo y la xenofobia.

Al escribir este artículo estoy mostrando una preocupación sobre el futuro de la humanidad. Simplemente pensarlo ya me preocupa. Muy poco se sabe del futuro, pero la valoración que hagamos de las distintas posibilidades, es lo que evitará los disparates. También en Europa se puede actuar mejor. Eso esperamos.

Profesor Emérito de Sociología