Hacer prácticas renovables, con toda la buena intención por mejorar el sistema educativo, me conmueve. Que los deberes impuestos a los escolares durante décadas dejen de tener una autoridad obligatoria y punitiva, francamente me parece ideal, que además se haya puesto de acuerdo el grupo de trabajo compuesto por todos los sectores de la comunidad educativa, me reconforta, que se genere, por vez primera en Aragón, un debate para llegar a un modelo pedagógico de tareas fuera del aula, me parece imprescindible, pero si partimos de la concepción, quizá el debate tendría que partir desde la necesidad de poner deberes o no a los escolares, y cuestionar si después de una jornada extensa de clases y actividades extraescolares, los alumnos están en situación de seguir estudiando cuando su rendimiento escolar es bueno. Si se llega a la conclusión de que hay escolares que necesitan reforzar sus conocimientos mediante tareas fuera del aula, la implicación directa del entorno familiar se hace imprescindible, pero la realidad se adueña de la incapacidad por tener tiempo de dedicación a los hijos y, en muchos casos, por carecer de conocimientos necesarios, siendo así, los tutores de los centros pueden aconsejar la manera de incentivar a alumnos, de ahondar en sus estímulos y buscar una vía de construcción de posibles soluciones. Si recordamos, nos sonarán las conocidas clases de repaso que se daban en los centros escolares, a las que acudían alumnos de bajo rendimiento, pero esto nunca ha supuesto ninguna garantía. El por qué a un estudiante no le interesa aprender, está en la base de los estímulos que recibe y como los codifica y eso está en la formación educativa que pueda gestionar la familia, sea de la índole que sea.

*Pintora y profesora