“Yo no soy salidora de toda la vida», me dijo Pilar Valentín hace 10 años, cuando le pregunté por su actividad social. A pesar de la relación médico-paciente, doña Pilar me recordó aquel dicho de «no hay mujer más inteligente que la que sabe darse a respetar...». Porque su problema podría ser de memoria, pero no era de inteligencia. Tiempo ha pasado desde aquella entrevista con una de esas mujeres que por su fortaleza, su dignidad, su inteligencia, su elegancia, y su capacidad de sacarte los colores si era su propósito, marcó aquella jornada de trabajo. Desde entonces, contadas pero incontables han sido las escenas en las que, acompañada por un hijo o hija, presencialmente o en la distancia, tenía oportunidad de visitarla. No fueron muchas, pero hay personas que marcan por la calidad de su tiempo, no por su cantidad. Hay personas de las que sabes que tu vida habría sido diferente si no las hubieras conocido. Y lo hizo hasta el final, cuando, pocas horas antes de dejarnos dijo a su esposo, ya fallecido, en un momento de lucidez, un rotundo «te quiero y eres mío». Porque incluso en el ajedrez, es la dama la que protege al rey. Solo queda acompañar a los familiares de Pilar, a sus hijos, a los que considero amigos, en unos días de dolor, que comparto; pero también de admiración, que les transmito. Saben mejor que yo que su madre fue admirable, pero mi mensaje es que no son los únicos que se dieron cuenta. Aquel dicho finaliza: «....No hay mujer más feliz que la que se sabe valorar». Espero que ese inmenso valor que todos vimos en esa dama deje felicidad en aquellos de quienes se despide. Descanse en paz.

*Médico neurólogo