Dicen que la democracia aparece desde que el ser humano se descubre en los "otros" y lentamente, va entendiendo que esos otros del género humano, portan las mismas aspiraciones de bienestar, de poderes que se las aseguren y de deseos y querencias que coinciden básicamente, con las de cuántos se reúnen pacífica o belicosamente en colectividades que, desde la mínima de la familia, hasta cualquiera otra que la condición humana sea capaz de idear, intentando progresar en posibilidades culturales que sólo la convivencia propicie.

Únicamente por uno de esos métodos conscientes o inconscientes de convivir y colaborar, progresa el género humano y ello exige casi siempre, que el esfuerzo sea colectivo y que las intenciones cooperativas se muestren cada vez más ambiciosas, cuantitativa y cualitativamente.

Pero ¿estamos creados para que realmente, todos podamos participar de propia voluntad, en esa tarea magna e interminable? Es difícil responder con una solvencia equiparable a semejante pregunta; de un lado, porque todos querríamos ser iguales a los que veamos superiores y de otro lado, porque a esa aspiración tan naturalmente legítima, sólo nos adherimos cuando tratamos de ser o a tener más que los otros, nunca o casi nunca, para igualarnos con los que supongamos inferiores; "san franciscos" hay pocos.

Nada de ello, deberíamos olvidarlo; ¿podríamos construir una sociedad aceptable en la que unos (generalmente los más numerosos), se conformaran con ser perennemente menos? Opino que no y que siendo diversa la inteligencia, la memoria y la voluntad, más las condiciones sociales de cada sujeto, es inevitable que la desigualdad y no la paridad, sea el valor que prevalezca aunque no haya sociedad digna de ese nombre que, con mayor o menor desprendimiento de espíritu, no se proponga reducir diferencias en provecho de los peor dotados o menos pudientes.

Leí que se habían descubierto unas neuronas que quieren explicar, ¡ambicioso proyecto!, nada menos que una relación tan múltiple como la de la sociedad y la cultura humanas. ¿Lo sabrán los partidos? Los partidos proponen lo mismo (el progreso) aunque unos sugieran la de la austeridad y otros prefieran el del gasto aunque le llamen inversión; derechas e izquierdas van diluyéndose.

El descubrimiento de unas células nerviosas que se conectan unas con otras pero manteniéndose independientes todas ellas, (políticamente, casi sería un milagro) y que reciben el nombre de "neuronas espejo", sirven para reproducir el comportamiento del ser observado y permitir la asimilación de conductas que se van generalizando, de modo que todos acabamos pudiéndolas aprovechar.

Sabemos por experiencia recibida de otros o simplemente, mirando y reflexionando sobre lo que vemos, que la escuela no es sólo, el lugar de las primeras letras; que la escuela es todo el universo aunque todos no seamos capaces de aprender lo mismo de aquello que contemplemos.

La posibilidad de aprender termina sólo con la propia muerte esto es, cuando topamos con el finisterre de cualquier modo de aprender. Dicen los expertos que el camino de la gente ("gente" somos todos) se compone de múltiples elementos coherentes unos e incoherentes otros, si bien no hay vida que baste para saber cuanto los otros necesitan de uno ni lo que ese "uno" necesitaría de los otros. Mark Twain opinaba que todo el mundo es una luna con un lado oscuro que jamás muestra a nadie; cabe que ese lado oscuro, tampoco nosotros lo conozcamos así que mal podríamos contarlo.

No es sencillo merecer la condición de ciudadano, aunque la Constitución a todos nos otorgue la ciudadanía. Un ciudadano consciente de ese status suyo, tiene que cuidar más de sus deberes que de sus derechos, más de lo común que de lo privativo y en fin, nunca tendría que dejar de preguntarse qué otras cosas podría hacer en provecho general y la respuesta no es igual para todos, porque siendo iguales en derechos, no lo somos en aptitudes ni en posibilidades reales; a quién más sea o más tenga, se le debería exigir más; sencillísimo, ¿verdad? Los partidos bien lo saben.