Bruno Perone llegó al Zaragoza casi de puntillas. Su suplencia en el Nastic envolvía en escepticismo un fichaje que Lalo no pudo ejecutar en verano pese a considerarlo prioritario. Las condiciones impuestas por el club catalán dieron al traste con una operación que pretendía dotar a la plantilla de centímetros, envergadura y contundencia, así que cuando el mercado volvió a abrirse y el Córdoba se fijó en Valentín, el director deportivo zaragocista se frotó las manos. Para él, la suplencia del brasileño, lejos de ser un problema, era una bendición. Porque Perone era más asequible. Así que, cuando el canario dijo sí a su marcha, Lalo tardó un momento en ejecutar el cambio de centrales. Otra conquista.

Los problemas físicos de Míkel y Grippo obligaron a Natxo a concederle la titularidad con apenas un par de entrenamientos como blanquillo. Fue en Alcorcón, donde Perone no estuvo bien, al igual que el resto de sus compañeros. Inseguro, descolocado e impreciso, el nuevo componente de la retaguardia zaragocista acaparó críticas y dudas. Parecía claro que era carne de banquillo. Lalo solo había cambiado un cuarto central por otro.

Pero no. Perone siguió en el once y sus actuaciones fueron ganando en fiabilidad. Su progresión es la del Zaragoza, con el que nunca ha perdido. Con Perone, el equipo aragonés ha encadenado una impresionante racha que le ha devuelto la sonrisa al aficionado y ha abierto de par en par la puerta de la esperanza. Ha cometido errores, sí, pero ninguno clamoroso o grosero. Tiene carencias, claro, pero sabe cómo camuflarlas con sus virtudes. Perone es un tipo listo. Un buen central para la categoría. Un defensa como dios manda.

Tal es así que se podría afirmar, pues, que Lalo cambió un cuarto central por un primero. Porque, con Mikel recién llegado de su lesión, Verdasca relegado a la grada y Grippo en pleno proceso de consolidación, Perone es, ahora, el más titular de todos ellos. Sus números -todo victorias salvo un empate, con gol al Lorca incluido- le avalan.

Poderoso en el juego aéreo, certero en la colocación y mucho mejor en la salida con balón de lo que nos contaron, sus 190 centímetros le otorgan espacio en detrimento de velocidad, lo que le hace sufrir ante rivales rápidos. Ahí, Lasure vuelve a ser clave para cerrar al máximo el hueco que separa al lateral del central y reducir ese espacio a explotar por delanteros veloces.

Perone ha contribuido decisivamente a convertir al Zaragoza en un equipo más seguro y a minimizar errores en retaguardia. No es un defensa de otro mundo, pero el brasileño, sin hacer ruido, ha callado bocas y disipado dudas. El equipo es mejor con él. Y ha crecido hasta casi tocar el cielo. Es un gigante.