Puede costar entenderlo todavía a pesar de que son cinco años ya en Segunda con unas normas todo lo estrictas que no lo fueron antaño por parte de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), que pasó largas épocas mirando para otro lado. Curioso, acabó siendo la misma patronal la que decidió poner freno al desmadre de sus propios asociados. Ahí se gestó el límite salarial como lo entendemos hoy. El del Real Zaragoza es el resultado de una fórmula generada a partir de diferentes variables entre las que la deuda, en este caso heredada, ejerce de freno importante por su gigantesco volumen, producto de aquella vergonzante praxis de otros tiempos.

El Zaragoza no podría gastarse en la plantilla diez o veinte millones más aunque quisiera. En ese laberinto es en el que anda enfangado, con límites salariales modestos (el de esta temporada 5,6 millones, lejos de los 17 del Granada, los 13,2 de Osasuna o los 11,7 del Sporting). Del control económico debatieron ayer Javier Gómez, director general de la LFP, y Fernando Rodrigo, consejero financiero, que le lanzó en público diversas peticiones para desenredar un poco el nudo del lazo que el Zaragoza lleva anudado al cuello en Segunda. Medidas para hacer la vida más esperanzadora, pero ninguna mágica. Porque mágica solo hay una: el ascenso. Y eso hay que conseguir, incluso en inferioridad.