Escribir todas las semanas un artículo sobre cuestiones de actualidad en un periódico supone una mezcla de responsabilidad y de riesgo, sobre todo, porque las palabras escritas quedan grabadas para siempre, circunstancia muy distinta a las habladas, que se las lleva el viento. Es una tarea compleja, por lo menos para mí. Cierto profesor, de esos que te dejan una huella imborrable, nos decía a los que éramos sus alumnos, que solo se daba cuenta de la dificultad de escribir el que tenía esta saludable costumbre. Para enzarzarte en la faena de escribir, se tienen que dar varias e imprescindibles condiciones. Tener cosas que contar. Ni que decir tiene que en los momentos actuales, temas de interés para la ciudadanía ocupada y preocupada por la polis son tantos y tan graves, que resulta inevitable el priorizar según su actualidad y su trascendencia. Luego has de encontrar las palabras adecuadas para darles una forma lo más correcta ortográfica, estética y sencillamente posible. Trabajo en absoluto fácil. A veces, tienes muy claro en la cabeza aquello que quieres transmitir, pero no encuentras la manera adecuada de darle forma, lo que te obliga muy enfadado a abandonar la tarea apagando el ordenador. Pasado un tiempo prudencial retornas, y lo que era una tarea espesa, de repente sin saber ni cómo ni por qué se hace fluida. Este cambio sustancial debe tener alguna relación con eso que se llama inspiración. O puede que no. Richard North Patterson señaló: "La escritura no es producto de la magia, sino de la perseverancia".

Mi pensamiento político, que reflejo en mis escritos, es producto de la observación directa de la realidad política, social, económica circundante, de mis conocimientos históricos al haberme dedicado a la enseñanza de esta disciplina en mi larga vida profesional, de tertulias y conversaciones con algunos amigos colegas, de lecturas de determinados autores, y de la prensa escrita y digital. Con todo este bagaje y tras reflexionar en profundidad saco mis propias conclusiones, que vierto en mis artículos. Poder comunicarme con mis lectores a través de las palabras es un auténtico gozo y un lujo. Por supuesto, trato de dar mi visión personal. No pretendo convencer a nadie. No quiero vender milongas. Mi pretensión es fomentar en mis lectores el espíritu crítico, como siempre lo he hecho con mis alumnos, algo que hoy es cada vez más necesario.

ME HAN servido como referente las palabras del maestro y gran historiador Josep Fontana: "Mis maestros --Jaume Vicens Vives y Ferran Soldevila-- me enseñaron que lo importante es que un historiador enseñe a la gente a pensar por su cuenta, no a contarle la verdad, sino hacerle desconfiar de todas las verdades adquiridas, estimularle a que piense por su cuenta". En cierta manera, he debido de conseguirlo aunque sea parcialmente en mi tarea docente, ya que un antiguo alumno del IES Bajo Aragón de Alcañiz, Ignacio Urquizu profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, además de brillante articulista en periódicos, y autor del libro lleno de enjundia, La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis? me lo dedicó de esta guisa: "Para Cándido, profesor de Historia cuando comenzaba y de quien aprendí a pensar por mi cuenta y con libertad". Igualmente, una de las mayores satisfacciones recibidas a nivel profesional, fue una llamada de la madre de una alumna de 4° de la ESO del IES Benjamín Jarnés de Fuentes de Ebro, para felicitarme no porque el grupo de su hija hubiera aprendido mucha historia, sino porque les había fomentado el espíritu crítico. Ese espíritu crítico es hoy cada vez más necesario. Si no andamos despiertos desde el poder nos venderán unos relatos tan bien construidos, que llegaremos a asumirlos como los únicos posibles. Como nos dice Juan Antonio Molina: "La realidad neoliberal presentada como inconclusa supone aceptar esa inercia de la que nos advertía Eugenio Montale de que todo lo que ocurre tiene siempre razón, y lo que no ocurre, tiene siempre la culpa". Mas sin un pensamiento plural no hay democracia. Por ende, es necesario e imprescindible, nos jugamos mucho en ello, que volvamos a aprender a cómo criticar a quienes nos gobiernan, como hicieron los ilustrados hace más de 200 años, que fueron capaces de pensar y de actuar por sí mismos, liberados de cualquier sumisión divina o humana.

Eso sí, de todo lo que sale del teclado de mi ordenador y remito al periódico para su publicación, estoy plenamente convencido. Nunca he dicho lo contrario de lo que pensaba. He tratado de ser coherente. Por ello he recibido críticas de todo el espectro político, lo que significa que voy en la buena dirección. Aunque puede ser un tanto pretencioso asumo plenamente las palabras de Josep Chamberlain "El propósito de mi existencia (de mis artículos) es hacer la vida más agradable a la gran mayoría; no me preocupa si para ello debe volverse menos agradable para la minoría acomodada". Termino deseando felicidad y prosperidad a raudales a todos mis lectores, y también con unas palabras de Adam Smith, muy oportunas para estas fechas: "Sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos; reprimir nuestro egoísmo y practicar nuestras inclinaciones benevolentes; esto constituye la perfección de la naturaleza humana". Profesor de instituto