Digo gracias, muchas gracias, porque llegué a esta hora, sin guardar rencor alguno que me impida darlas y con la confianza de estar diciendo algo tan justo como sentido. Y no porque sea cosa distinta, agradezco también la atención que he podido recibir de quiénes me leyeron gustosa o acaso incidentalmente. A todos los que lo hicieron, reciban mi caluroso y agradecido afecto.

No tengo ni idea de cuándo escribí mi primer artículo político, no lo recuerdo pero me agrada poder decir que escribí y más de una vez, en todos los diarios aragoneses que se publican o se publicaron coincidiendo con los tiempos de mi actividad pública, adjetivo que me atrae más que el de política aunque no dejen de significar lo mismo. Es momento de agradecerles la posibilidad que me brindaron para expresarme y hacerme oír y así llegar, desde esas plataformas, a cuántos quisieron escucharme.

¿Y a qué viene ahora esta despedida? Bueno pues viene a que puede que me toque acabar algo que por otro lado celebrarán mis críticos y con lo que puede que descansen.

Confieso que, sin ser periodista, escribir en diarios puramente aragoneses ha sido para mí una ocupación cordial si bien no siempre precisamente placentera; a veces, pocas veces, fue ocasión para opinar abiertamente, acerca de tantas cosas como de las que tendríamos que hablar y que acaso en alguna ocasión, hemos dejado de hacer. Es verdad que me permitió seguir hablando de Aragón, mantenerme siempre en línea de comunicación para dejarme oír y para llegar de modo constante a tanta gente como tuvo ganas de, leyéndome, dialogar, opinar, proponer e incluso exponer sus críticas normalmente cordiales a través de las cartas al director y ahora más recientemente, mediante los comentarios. Procuré siempre contestar los primeros pero aprovecho también ahora para disculparme si alguien no se sintió conforme o no recibió respuesta.

Sostengo que merece la pena mejorar aquello que hagamos o intentemos hacer en todo lo común, en este caso Aragón, algo así como si nuestra tierra fuera un libro escrito por muchos autores. Por eso, acabo agradeciendo a cuántos vivimos en estas tierras no solo por lo que aportamos, poco o mucho, sino por lo que intentamos realizar constantemente. Aragón lo hacemos y nos necesita a todos. Como insisto en que no sé si serán estas mis últimas líneas, gracias señores y señoras a quiénes siguen contribuyendo a construir día a día un Aragón mejor. Yo desde aquí lo he intentado procurando aportar mi granito de arena pero ahora cedo mi relevo no sé si de forma definitiva. Detrás vendrán otros y acaso con más ánimo.

Tampoco hay que olvidarse del resto de España, suponiendo obtusamente, que solo nos importan las cosas de Aragón. Todo lo que pase en nuestro país, evidentemente es cosa nuestra. Siempre he querido tenerlo en cuenta. En mi libro Hablando por Aragón publicado en 1977, decía: «Pensar en España es más urgente que pensar en nosotros mismos; como los verbos clásicos sugerían, por los comunes provechos debemos dejar los particulares. No quebrantemos la hermandad existente entre los viejos Reinos, ni elevemos cualquier controversia, siempre posible, a la categoría de enemistad, nunca deseable».

Aragón siempre ha sido una región solidaria y así lo advertí en el mismo libro al escribir: «Aragón, permanente soldadura de España y que tantas veces vació sus energías humanas y materiales en favor de otros territorios y siempre del sentimiento nacional (…)». «Solidaridad en favor de quienes más la precisen; solidaridad para hacer una España de todos y para todos….» Aunque uno solo sea aragonés de importación, repetiré hasta la saciedad que Aragón siempre merecerá la pena por lo que es, por lo que fue y por lo que está por llegar y por hacer y en lo que todos podremos seguir contribuyendo. Debemos continuar apostando por nuestra tierra y sentirnos orgullosos de ella.

Como se deduce del título de este artículo, Gracias en esta despedida, esto es al menos, un hasta luego. No sé qué me deparará esta nueva etapa pero quiero aprovechar estas últimas líneas para dirigirme a los creadores y mantenedores del PAR en estos 40 años de su existencia y a cuántos creen en la posibilidad política del PAR y agradecerles su labor por esta tierra que tanto quiero.

Y claro, ¿cómo no? A Consuelo, mi esposa, a mis hijos Maite, Alicia, Consuelo, Hipólito y Luisa y a sus continuadores, nuestros nietos.