La crisis abierta en el PP con el triunfo de la moción de censura a M. Rajoy y su posterior dimisión como presidente del partido está desvelando una de las grandes mentiras de nuestro sistema político: la verdadera composición y organización de los partidos políticos. Señala la Constitución Española en su artículo 6 lo siguiente: «Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos», tras indicar que los partidos son «instrumentos fundamentales para la participación política». Pero, como en tantos otros asuntos, las ejecutivas de esos partidos se pasan la Constitución por el forro de sus caprichos.

La búsqueda de avales por parte de los candidatos a la presidencia del PP ha puesto de manifiesto, en el caso de los populares, esa gran mentira. Se jactaban los dirigentes de los conservadores que contaban con 800.000 militantes, que el suyo era el partido con más afiliados, el más grande y el más importante. Pues bien, a la hora de buscar los avales, esos cientos de miles son una mera virtualidad, y ya se dice que los militantes que están al día en el pago de las cuotas apenas llegan a una décima parte de esa cantidad. Eso sí, algunos de los candidatos ya andan diciendo que para poder votar a su próximo dirigente máximo podría hacerse inscribiéndose como militante hasta el último momento, previo pago de unos veinte euros; un fraude más.

Esta es la realidad de los partidos políticos en España: son aparatos de propaganda que apenas cuentan con afiliados que cumplan con el pago mensual por su afiliación. Porque muchos de los militantes que se contabilizan en las listas de los que tienen derecho a voto son, en realidad, padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, primos y primas, sobrinos, sobrinas y demás familia, y amigos y amigas de los dirigentes. El caso del PP está sacando a la luz, aunque con poca repercusión en los medios de comunicación, las enormes carencias democráticas del sistema de partidos. Porque, en el fondo, a ninguno de los dirigentes, muchos de ellos han convertido la política y la permanencia en el partido en su único modo de vida, le interesa que sus organizaciones funcionen como ordena la Constitución.

Por eso, ahora están saliendo a la superficie las vergüenzas internas de la organización del PP, que ni siquiera es capaz de poner encima de la mesa un censo actualizado y al corriente de pago de sus militantes, lo que significa que las elecciones a presidente pueden convertirse en una colosal farsa. Lo dicho, una gran mentira.

*Escritor e historiador