Pedro Sánchez tomará posesión hoy como presidente del Gobierno tras ser el primer candidato desde la restauración de la democracia capaz de imponerse en una moción de censura. Sánchez llega al poder de forma inesperada para muchos, sustentado por un grupo parlamentario formado por tan solo 84 diputados y apoyado por una amalgama de partidos (Unidos Podemos, ERC, PDECat, PNV, Compromís, EH Bildu y Nueva Canarias) que no le garantizan la gobernabilidad. Además, deberá afrontar una dura oposición en el Parlamento (PP y Ciudadanos ya han mostrado en los debates de la moción cuál será su actitud), en su propio partido (la pugna interna con Susana Díaz y otros barones está lejos de haberse zanjado). Sánchez, pues, tiene ante sí una ingente tarea, marcada además por su promesa de convocar elecciones pronto y su decisión, para lograr los votos del PNV, de mantener los Presupuestos.

Pero la primera piedra de su trabajo como presidente del Gobierno ya está puesta: devolver honorabilidad e ímpetu a la presidencia después de que los escándalos de corrupción mancharan al PP y al ya expresidente Mariano Rajoy. Ya antes de la sentencia de la Gürtel el Ejecutivo de Rajoy era una cáscara de nuez vacía, zarandeado en la calle (las manifestaciones de jubilados y de mujeres), sin apenas pulso legislativo, acogotado por los escándalos de corrupción y con el conflicto de Cataluña abierto. Más que gobernar, Rajoy administraba los tiempos.

Sánchez debe gobernar, porque tan solo esto supondría un cambio respecto el pulso mortecino de esta legislatura. Gobernar, a pesar de los problemas que tiene por delante: muchos socios con los que pactar, la Mesa del Parlamento y el Senado en manos de la oposición, y mucho trabajo por hacer en muy poco tiempo. La CEOE ya le ha pedido que mantenga la reforma laboral, y los sindicatos le exigen lo contrario: revertir los efectos más perniciosos de esta legislación del PP, lograr en definitiva que la recuperación económica llegue a todos. La lista de deberes es larga en el terreno económico (incluye reactivar el Pacto de Toledo para poner en marcha una reforma integral del sistema de pensiones), el social (luchar contra la lacra machista en todos los ámbitos de la sociedad, volver a universalizar la sanidad), el de las libertades y derechos (acabar con la ley mordaza) y el eminentemente político (reactivar la ley de memoria histórica). Lograr llevar a cabo este giro social, requerirá una cintura inédita en la cultura política española. La increíble biografía política de Sánchez obliga a darle un voto de confianza: ha demostrado ser capaz de maniobrar en situaciones muy adversas. Uno de los motivos por los que Sánchez genera tanta animadversión es porque los votos de los independentistas catalanes lo han aupado a la Moncloa. Es conocida su postura de lealtad en la aplicación del artículo 155 y frente al independentismo y en Cataluña tendrá otro de los grandes deberes.