Como algunas buenas historias, Crónica Jonda (Libros del K.O, 2017) nace del proceso de duelo y del desamparo que provoca la muerte de seres queridos. Este desasosiego vital nos enfrenta a nosotros mismos y funciona como disparador creativo.

Tres son las pérdidas que fusiona Silvia Cruz en este libro que es cante, es viaje y es crónica: la muerte de sus abuelas, puntales de su educación sentimental, y la del guitarrista Paco de Lucía, referente musical ineludible para una periodista experta en crítica cultural, y especialista en flamenco.

Tres muertes que la lanzan a un viaje interior profundo que se va cuajando en diversos festivales y certámenes flamencos de España y Europa, que cubre como periodista durante el 2014.

Este dolo personal cuenta además un paisaje global: la crisis española. Cruz observa este paraje «ruinoso» que transita, y vive en primera persona las consecuencias de la precarización. Se centra en dos sectores: el sanitario y el periodístico.

La cronista observa y recoge la falta de medios materiales y humanos a la que se enfrentan los hospitales. Y denuncia la situación del periodismo actual y la vulnerabilidad a la que se encuentran sometidos los periodistas: el engaño del «hazte freelance» y el abuso de los (nuevos) medios que tienen a periodistas autónomos trabajando en exclusividad, como una suerte de plantilla encubierta, «un modo muy barato para la empresa de contratar y despedir».

Explotación que en tantos casos ejercen los propios periodistas que han montado sus medios tras quedar en paro con la crisis, medios que se abren a sabiendas de que no habrá sueldos. Y el periodista traga y asume porque dejar de publicar es dejar de existir.

Cruz entona una queja aguda y desgarrada, pero también protesta y señala: el fariseísmo del mundo flamenco, la violencia machista, el clasismo barcelonés, la cultura de «lo gratis», la falta de expectativas de la ciudadanía, la situación política catalana, el desempleo, el desastre ecológico y abandono institucional de Portmán, el amaño y manipulación de los premios musicales…

No se deja nada escondido bajo la falda esta periodista sin pelos en la lengua y con datos en la mano. Cruz valora y argumenta, pero como buena cronista, sobre todo narra. Narra y perfila con la mezcla justa de gracilidad y fiereza que requiere una buena crónica.

Dos perfiles, que son dos joyas, a destacar en este volumen: el que abre el libro, de Paco de Lucía; y el que le dedica al palmero Bobote.

Cruz destila lo mejor del arte jondo y lo lleva al periodismo, a esta crónica que nos enseña y «traduce» el mundo del flamenco.

Recorre sus miedos y conflictos personales, profesionales. Nos emociona y solivianta, pero también nos templa y extrae una sonrisa cómplice.

La autora ha dicho que ha llorado mucho este libro y que ahora quiere pasarlo bien. Hagámosle caso y salgamos a zapatear con fuerza que la vida apremia.