La estación de Canfranc es, además de un edificio muy hermoso, la perfecta metáfora del Aragón suspendido en el tiempo. El señorial inmueble simboliza con gran precisión ese mundo de sueños imposibles (al filo del surrealismo) que caracteriza a la bendita Tierra Noble. Se construye algo desmesurado y fuera de lógica, la realidad se impone luego de manera brutal, se pierde toda oportunidad posterior, se crea un potente lugar común en el catálogo del victimismo chiquipatrio... y paulatinamente se va configurando en torno a la cosa un laberinto de identidades, reivindicaciones, proyectos, gastos sin sentido y frustraciones. Casi siempre, todo ese folclore arrastra un disimulado juego de intereses específicos, porque aquí los hay que no dan puntada sin hilo. Y nuestro histórico emblema ferroviario no fue ni es (ni será) una excepción.

El último proyecto oficial destinado a recuperar la estación (con el Gobierno de Aragón, rama CHA, gestionando el tema) sigue apostando por la idea que se maneja desde hace lustros: un hotelazo, una galería comercial, área de ocio y segundas residencias. Supongo que ello conllevará enormes gastos (de entrada se habla de 35 millones) porque es preciso acometer una rehabilitación integral de la enorme construcción, y además será preciso (si se pretende dotarla de un entorno apropiado) intervenir sobre el vastísimo conjunto de vías, naves, andenes y vagones oxidados que la rodean (cuyo propietario, el ADIF, no quiere poner un céntimo). Visto el actual déficit presupuestario, la iniciativa causa cierto pavor. Pero dicen que la fortuna sonríe a los audaces y además la democracia representativa es así: los que han sido elegidos toman decisiones que conectan (es un suponer) con las aspiraciones de quienes les eligieron. Anteayer, por ejemplo, la abrumadora mayoría de los concejales de Alcañiz aprobó ir a otra ampliación de capital de Motorland (la undécima ya). Era lo que la gente quería, ¿no? Pues tira.

Vamos de nuevo con Canfranc. Ya que nos hemos de quedar sin barquitos en el Ebro (¡ay, estos de ZeC!), llenemos de ilusión la montaña.