Será que entramos en período de declaración de la renta, que los PGE (Presupuestos Generales del Estado) son ahora mismo una peonza rodando sobre sí mismos, o que el debate de los impuestos es tan recurrente para las derechas y las izquierdas como los trasvases en sequía, pero lo cierto es que los ciudadanos nos acomodamos cada vez más a la dulce música que tocan los talibanes del neoliberalismo económico.

Nos vamos olvidando que «los impuestos son lo que uno paga para vivir en un país civilizado, lo que pagamos por tener democracia y oportunidades, y lo que pagamos por utilizar las infraestructuras que financiaron los contribuyentes anteriores» (George Lakoff). Las comunicaciones, la sanidad, la educación, las hemos pagado los contribuyentes. Los impuestos son la mejor inversión para el futuro. Aunque nos duela, este es el mejor ejercicio de patriotismo.

Los contribuyentes somos la base de la riqueza de los más ricos: sin nuestras aportaciones a las infraestructuras, al sistema bancario, a la reflotación de la crisis, al sistema judicial, a los intercambios comerciales, a la internacionalización de la economía, al sistema educativo, a la formación de los trabajadores, no serían nada. Son ricos, porque entre otras cosas, utilizan aquello que hemos pagado los contribuyentes anteriores y actuales. Por eso pedirles que devuelvan parte de esas riquezas, es tan justo como de sentido común.

Gracias a las tributaciones progresivas y los servicios sociales, las democracias modernas han ido reduciendo los extremos entre pobreza y riqueza. Pero es ahora, en la salida de esta maldita crisis, cuando más recursos necesitamos para paliar el incremento de las desigualdades, cuando más los manipulan como si de una rifa se tratara. Hacen ofertas de rebajas injustificadas, los utilizan para tapar vergüenzas de gestiones anteriores, reducen la presión sobre los que más tienen, los utilizan como mercancía electoral. ¿Cómo no vamos a desconfiar?, ¿cómo no vamos a ser remisos a pagar? ¿dónde queda el liderazgo ético de nuestras instituciones si hasta unos concejales del equipo de gobierno desdeñan pagos quemando recibos?

Tanto el uso y gestión del ICA, como el tratamiento dado por el Gobierno regional al impuesto de sucesiones, han hecho más daño a la conciencia del contribuyente responsable que decenas de años de liberales irredentos predicando las rebajas de impuestos y la maldad de los mismos.

Rebajar impuestos en España y mantener el Estado del bienestar, es incompatible. Lo malo es que la desconfianza en su gestión, el permanente titubeo de la izquierda en su defensa, y la escasez de recursos por la reducción de salarios, nos hace receptores a quienes como Cristobal Montoro, venden que «el mejor sitio para el dinero es el bolsillo de los ciudadanos y no el de la Agencia Tributaria».

Escandaliza escuchar los quejidos de algunos sectores empresariales contra los impuestos, cuando en la renta nacional siguen creciendo las rentas del capital hasta el 52,7%, mientras las del trabajo siguen hundiéndose al 47,3%, el menor peso en la historia económica de nuestro país. Sin embargo esto no se traduce en las aportaciones de impuestos, que recaen fundamentalmente en el consumo y las rentas del trabajo, mientras el impuesto de Sociedades se queda este año en una previsión de 24.000 millones cuando en 2007 rondaba los 45.000. Cada año, la recaudación es menos progresiva y la distribución menos equitativa.

En el programa de estabilidad 2017/20 el Gobierno define una reducción del gasto público del 42,3% del PIB actual al 39,2%, (cuando en promedio del área euro se sitúa actualmente en el 47,2%). Los ingresos deben pasar del 37,9% al 38,7% (cuando en la zona euro el promedio los sitúa en el 46,1%). ¿Alguien duda hacia donde caminamos?

Si a todos estos elementos les añadimos las bolsas de fraude, la permisividad con los defraudadores y la sensación de que todos los que pueden «pillan», es normal que hasta con los amigos resulte difícil defender la contribución a Hacienda como ejercicio democrático.

¿Alguien se imagina una declaración de renta pudiendo marcar donde deben ir los impuestos? Sería la debacle del Estado. Pero entre un extremo y otro hay que buscar más transparencia, más progresividad, más responsabilidad en la gestión y una nueva fiscalidad.

Sospecho que en todos los países cuecen habas, pero me sorprendió la noticia del pasado marzo, en que los suizos decidieron en referéndum mantener el actual sistema de financiación de la radiotelevisión pública a través del pago de un canon de 392€ anuales, rechazando una iniciativa que planeaba eliminarla. ¿Cuánto nos cuesta este medio a cada español para que haga propaganda del PP? Desde hace más de diez años los franceses pagan la «contribución social generalizada» dedicada a complementar el sistema de pensiones, la viudedad, orfandad ayuda familiar y dependencia, son finalistas y están contraladas objetivamente. Cuando se planeó en 2004 la actual ley de dependencia, el Gobierno tenía sobre la mesa una encuesta que daba un apabullante apoyo para dotarla de un impuesto exclusivo para su implantación y generalización. ¿Por qué no se hizo?