La figura de San Jorge, su leyenda, ha sido motivo de festejos, de celebraciones, de inspiraciones artísticas. Quizá, por esa imagen de guerrero vencedor de los males, este legendario caballero se ha hecho patrón de media Europa y parte de Latinoamérica.

En Aragón, desde donde nos alcanza la memoria, también lo hemos adoptado mal que les pese a los laicistas, pero lo cierto es que nuestra sociedad se mueve más hacia el epicureísmo dentro de la ética del hedonismo, y así vamos funcionando. Y cuando el tiempo acompaña, como el pasado domingo 23, las calles se pasean cual despertar de la primavera y el Pignatelli se abre de nuevo como espacio para transitar emulando aquel año de 1992, cuando Emilio Eiroa era presidente del gobierno de Aragón y decidió emprender un proyecto cultural abriendo, literalmente, los patios y las salas del Palacio para desparramar actividades de toda índole, desde conciertos pedagógicos (por cierto, me vuelvo a preguntar ¿dónde estará aquel órgano movible que se compró para realizar conciertos en la Sala de la Corona?), exposiciones, cine, ferias de arte, hasta conciertos de Jazz en verano.

El objetivo fue acercar la ciudadanía a un espacio público, hasta entonces restringido, como punto de encuentro permanente de la cultura aragonesa, y se consiguió, hasta que una moción de censura propiciada por José Marco y el voto de Emilio Gomáriz, dio paso a Marco a la presidencia, y ahí se volvió a cerrar el Pignatelli como espacio abierto. Pero como esto de abrir y cerrar tiene que ver más con las personas que con los partidos, este año, aunque solo haya sido para San Jorge, se ha vuelto a abrir. Ojalá que no se quede solo ahí, en un simulacro de lo que se puede hacer y no se hace.

*Pintora y profesora de C.F.