Jamás pensé que le daría la razón a Eloy Suárez, pero no podría estar más de acuerdo con él, al afirmar que "Belloch se marcha antes de que fructificase la moción de censura que le estaba planteando su partido". Le tenían ganas. Los suyos, los de sus propias filas, estaban desde hace años en pie con el puño en alto y con los colmillos bien afilados. Normal, las mentes prodigiosas no suelen encajar bien en unas estructuras tan constreñidas y caducas como las de los partidos, sean estos del tipo que sean. Da igual que hablemos de las famosas castas como de las formaciones pseudo-progres de nuevo cuño que están tan en boga hoy en día. Las notas discordantes, esas que hacen que las melodías adquieran entidad y personalidad propia no convencen a los aparatos políticos a los que les va el ruido del chunta chunta. Con él, no se "marcha el viejo socialismo", como señalaba Juan Martín. Con él, se va un político de raza, un hombre de ley, un estratega de primera y un mediador nato. Remar contra corriente, sin el respaldo de los tuyos, pese a haber preservado una de las alcaldías más importantes del país, y tener que limar grandes asperezas y llegar a acuerdos con unos socios tan lejanos en muchos puntos y salir airoso, es un hecho reseñable y aplaudible. Como lo es el manejo exquisito de los tiempos y las formas de este juez-ministro-alcalde a la hora de comunicar su decisión, prueba más que suficiente de que los próximos ocho meses, no veremos un pato cojo sino un alcalde con mayúsculas. Periodista y profesora de universidad