Una de las incógnitas del 26--J será la abstención, la medición del grado o punto de hastío al que los españoles hayan llegado tras haber sido sometidos al tercer grado de la incompetencia y parálisis política por los principales dirigentes de un país donde realmente mandan los bancos y las grandes corporaciones y grupos, o tal vez no mande nadie.

Ese español de a pie, el mismo que ve en los telediarios, a todas horas, las mismas caras pasmadas, idénticas demagogias de uno y otro signo, señores diputados y señoras senadoras cruzándose por los pasillos de las cámaras entre nubes de cámaras, como nubecillas, ellos/as, en cielos de tormenta electoral, sin nada o casi nada nuevo que decir dentro o fuera de los antaño templos, hoy mercadillos de la representación popular, pero chupando tele y dieta, empieza a pensar, orteguianamente: algo va mal, no era esto, no era esto.

Cuando, el 20-D, al español base le dio por pensar que algo iba mal --la corrupción-- resolvió su voto en un castigo más que justo a los dos partidos principales, premiando a los nuevos, que venían tersos, aunque no tiesos, y al parecer, incluso, con ideas propias. Pero después de la fallida investidura donde se entrevió que el gran objetivo de los jóvenes era y es sustituir a los veteranos --Ciudadanos al PP y Podemos al PSOE-- para seguir haciendo, una vez despejado el horizonte, más o menos lo mismo --porque, ¿qué reformas sustanciales han puesto Rivera e Iglesias sobre la mesa?-- el votante cabal, con su lógico hartazgo, su razonable cabreo, volverá a preguntarse qué hacer, a quién votar, o si hacerlo o no.

Pero las normas están escritas y habrá elecciones, habrá pacto, habrá gobierno y una nueva legislatura en cuyo nacimiento se prometerán reformas, transparencias, ejemplaridades, creación de empleo, riqueza, prestigio para el país... La rueda o noria seguirá girando, impulsada por los mismos o parecidos brazos de capataces y galeotes del poder cuyo fin no es otro que seguir sacando agua de su propio molino para seguir amasando la misma pasta nutricia. Máquina de gobernar, esa infernal rueda, que el votante de a pie, la infantería democrática ni verá ni hará funcionar, limitándose a depositar su papeleta votiva a los pies de un Leviatán alimentado con el 100% de sus ilusiones y el 3% de sus impuestos.

Así estamos.