El título de este artículo lo extraigo de un relato de dos profesores italianos empeñados en descubrir "una forma diferente, divertida y apasionante de hacer filosofía" poniendo de relieve lo que se proponen: desafiar al pensamiento, pero dejándonos sin saber "si esas historias responden al don de la veracidad (sic) y encima al de la posibilidad". En un año tan electoralmente prometedor como el actual, no parece que haya esperanzas de regocijo generalizable porque además, en política, la risa suele ir por barrios.

Casati y Varzi, los autores que cito, aluden a un enjambre de palabras obrantes en los diccionarios y que consideran nociones inútiles, porque ocasionan, dicen, el fastidioso problema de la circularidad, el de las definiciones que dan vueltas, ¿otro modelo de puertas giratorias? Dichos pensadores citan el ejemplo del término "acción", que el diccionario llama "el resultado de actuar" y el término "actuar" como "aquello que resulta de una acción" y dicen que si uno quiere enterarse de qué es una acción, replican que eso hay que saberlo antes, porque las definiciones circulares carecen de contenido informativo.

CASATI Y VARZI advierten que si bien no todas las palabras son de ese estilo, los casos de tal circularidad son muy frecuentes y que para una mentalidad formada en la lógica y sensible a la precisión, esos círculos palabreros son absolutamente viciosos. Pero el lector se pregunta a dónde nos llevaría una supresión rigurosa de tales círculos y que ese es otro problema. Y claro, salen a escena pareceres opuestos como el de la eximia profesora Pocaspalabras que sugiere prescindir en el diccionario de todos los vocablos que no necesiten definición, porque sean tan comunes que el mundo entero conozca su significado. Pocaspalabras habla de "eliminar" círculos olvidando que muchos términos se emplean en sentidos varios; la palabra "casa" cuenta con más de 50 acepciones; ¿por cuál optaríamos?

Borges negaba "la falacia del diccionario perfecto" o sea, la de suponer que para cada sentimiento, idea o situación, existiría un símbolo lo que equivaldría a decir que exista el diccionario perfecto, cuando solo pueden ser, son, meramente aproximativos.

Entonces, entra en juego (iba a decir en fuego), el Departamento de Mercadotecnia, oponiéndose a la publicación de ese Diccionario Inteligente porque entiende que, cuando lo consultara el lector medio, no encontraría ni rastro de palabras tan importantes como "persona", "perro" o "cielo", que el diccionario ni mentaría por sobradamente conocidas. Así, el departamento opinaba que los diccionarios ¡deben ser circulares!, cuando las palabras como los seres vivos, necesitan parientes. No sé si opinaron algo, los filólogos.

Sin descontar cosa tan seria como el humor, pienso que el asunto no es caldo de cabeza y hay que recordar que todos los inteligentes no siempre piensan lo mismo. La discrepancia es una característica esencialmente humana e imprescindible y añadir que el requisito principal para que genere un debate lógico, consiste en precisar donde la localicemos, porque según decía Millán Pueyes, el debate viene a ser un silogismo en torno a dos conceptos comparados con un tercero, para probar su mutua coincidencia o discrepancia.

Trasladando la cuestión a la vida política, cabe asegurar que prevalecería la discrepancia; ningún partido consentiría en subordinar ni su pensamiento ni su acción a semejante lógica. Veamos un caso mínimo: los resultados de un referéndum dependen, en parte, del modo de elaborar la pregunta. Item más: si en España hay más de cinco partidos que se llaman de izquierda, ¿en qué consistirá, verdaderamente, ser de izquierda?

Por esa vía cabe llegar a conclusiones como las siguientes: 1) que puede haber varias derechas o varias izquierdas, que incluso no defiendan idénticas ideas e intereses; 2) que necesiten diferenciarse unos de otros grupos del mismo teórico lado, para atraer mejor al electorado más viable o numeroso; y 3) que dado que no es lo mismo predicar que dar trigo, hay que meditar siempre el propio voto y hacerse seriamente responsable del que emitamos.