Hace falta tener un paladar insensible y un estómago de hierro para tragar y digerir lo que se viene cociendo en la política española. El debate de los candidatos andaluces, por ejemplo, con la socialista Díaz (¡increíble su argumentación!) y el del PP intercambiando cañonazos de mierda sin romper el círculo viciosos del "y tú, más". O este movidón que protagoniza la derecha madrileña, inmersa en una orgía de golpes bajos, filtraciones, acusaciones y canalladas en circuito cerrado. Resulta insoportable.

Los hechos desmienten cada día la pretensión de que el Sistema, inundadas sus alcantarillas por la desconfianza y el cabreo ciudadanos, esté limpiándose por sí mismo. Todo lo contrario. El hecho de que Rajoy y Aguirre hayan mantenido un atroz combate, disputado mediante calculadas revelaciones de dichos y hechos que afectan al actual presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González y a miembros de la Policía Nacional, implica un nivel de podredumbre y corrupción impropio de una democracia. A la vista de todos, sin disimulos, sin que nadie dimita. Con la Gürtel y la Púnica, como contexto, es difícil imaginar hasta dónde pueden llegar las cosas. Lo cual, que de transparencia y medidas para poner orden en la cosa pública, nada de nada.

Tras difundirse (con el mando del volumen puesto al máximo) las cuitas fiscales de Monedero o los dimes y diretes sobre aquel minicontrato de Errejón a través de la Universidad de Málaga, he tenido algún amistoso debate con quienes han considerado que esas acusaciones a la dirección de Podemos tenían una potencia cualitativa muy importante. Mi opinión es que tal factor podría tener algún sentido en Noruega o Dinamarca. Pero aquí el impresionante volumen cuantitativo de la corrupción sistémica se sobrepone sobre cualquier otra cosa. Es tan desmesurada la cantidad de casos, de millones, de personajes que han salido de rositas, de cabronadas y de manipulación descarada de las instituciones, que su tremendo peso bruto se convierte en cualidad a un nivel inalcanzable por ninguna marca alternativa. Es algo... imposible de digerir.