Del periodo de pruebas del Tranvía se puede entresacar un buen dato: que los zaragozanos, ya sean peatones o conductores, son cada vez más prudentes. Hasta el momento, las incidencias se limitan a una peatón lesionada por una caída en las vías y cuatro choques leves al saltarse el semáforo otros tantos automovilistas, nada que no ocurra todos los días. No debería sorprendernos, al fin y al cabo los zaragozanos no son más torpes que los berlineses o los vieneses. Algo más incívicos sí, no hay más que ver cómo dejaron uno de los bancos recién instalados en la Gran Vía, una barbaridad que aquí se consiente como un mal menor. En las ciudades citadas sería considerado delito. La cuestión es que cuatro accidentes en cuarenta días quedan muy lejos del parte de incidencias que día a día protagonizan autobuses y vehículos privados: nada menos que 298 percances se registraron el año pasado, lo que arroja una media de más de 24 accidentes al mes. Sin duda que vamos mejorando, porque en 2010 no hubo muertos como en 2009 (dos), 2008 (dos) o 2007 (uno), claro que en estos años se superaron los cuatrocientos accidentes. Son datos más que elocuentes para argumentar ante los cenizos, que parece que están pidiendo a gritos un suceso con el que adornar sus pronósticos. Aunque para callar a los agoreros solo hay que recordar que no hace mucho el tranvía iba y venía por el centro de Conde Aranda y que los pasajeros subían y bajaban sin más red protectora que el sentido común y el civismo de los conductores, que frenaban en cada parada. Periodista