He leído sendos artículos sobre el incendio del monasterio de Sijena, firmados, respectivamente, por un historiador catalán y otro aragonés. El primero pretendía que quienes prendieron fuego al monumento fueron los vecinos de la zona, no los llegados desde Cataluña. El segundo intentaba demostrar lo contrario: la Generalitat catalana, la de Companys, habría sido la responsable definitiva de la absurda y terrible quemazón. Los dos tergiversan los hechos, a sabiendas o en el ejercicio de una obcecada visión de parte. Lo cual no es raro en estos tiempos, donde intelectuales de cualquier nivel abrazan con fenomenal entusiasmo la causa de quien les proporciona cargos, estatus y dinero. Incluso dándose la vuelta como un calcetín. Pío Moa no es el único que algún día cantó La Internacional pero hoy practica el revisionismo histórico más deplorable. ¡Ay, madre!

A Sijena la arrasaron los de la columna que llegó encabezada por Durruti y otros famosos líderes anarquistas (de la CNT-FAI). Lo hicieron, según ciertos testimonios, con la participación y el regocijo de algunos lugareños. El convento venía siendo visto por las gentes de la comarca como una especie de enorme parásito, expresión de la naturaleza depredadora y antipopular de la Iglesia Católica. La Generalitat no tuvo nada que ver. Carecía de autoridad y control alguno sobre las milicias revolucionarias, dueñas de Barcelona y otras ciudades catalanas desde la victoria de julio sobre los militares sublevados. Esto es sabido y requetesabido. Pero tampoco merece la pena discutir más sobre ello, porque esos bienes del monasterio objeto hoy de litigio no son los que fueron destruidos o saqueados, sino los vendidos por las monjas mucho después de acabada la Guerra Civil. Esto lo sabe cualquiera.

Como todo lo demás: la inexistencia tanto de un Imperio Aragonés como de una Confederación Catalano-aragonesa, o la evidencia de que Fernando El Católico ni unificó ni quiso unificar España (el pobre murió mientras intentaba hacerle a Germana de Foix un hijo que heredase la Corona de Aragón). A qué tanto barrer para casa.