La entrega de los Oscar fue, una vez más, un ejemplo perfecto de cómo Hollywood lidia los problemas sociales de su tiempo, las protestas, los conflictos y crisis, incluso los brotes revolucionarios, para transformarlos en un edulcorado espectáculo y en involución. En esa especialidad, nadie les ha superado. Su perfecta maquinaria está siempre al servicio del statu quo. Siendo su star-system un mero escaparate de la fábrica de poder en cuyo consejo de dirección sólo unos pocos se sientan.

Este año tocaba apostar por el cine de autor y por los géneros periféricos, por el expresionismo y la originalidad, de ahí que concurrieran películas como El hilo invisible, Tres anuncios en las afueras o La forma del agua.

Esta última, galardonada como mejor película y mejor dirección, reunía todos los requisitos para ser la película políticamente más correcta del año (desde el punto de vista de los estudios) y por eso, además de por su original factura y el punto de genialidad de Guillermo del Toro para arrancar a una adaptación de La bella y la bestia media tonelada de poesía, Hollywood la elevó a sus altares, como a la gamberra, pero inofensiva crítica de Tres anuncios... Todo ello en el marco de una supuesta reivindicación de las actrices y de sus derechos, y tras haber entregado la cabeza del productor Harvey Weinstein y de unos cuantos actores en edad de jubilación.

En España, en cambio, ni eso. Ni la Academia del Cine español ni el sindicato de actores han denunciado a nadie. Por lo visto, no hay en nuestro país, ni en nuestro estabulado cine, ningún director, productor, actor, que acose a compañeros/as, o que los explote laboralmente. Si los hay, no se han denunciado aún. Y si no han salido a relucir todavía, seguramente ya no lo harán.

¿Por qué?

Es una buena pregunta, tan buena que no tiene respuesta.

Lo mismo o parecido puede acabar sucediendo con el resto de reivindicaciones feministas, vía huelga o manifestación. Que, al no materializarse en nombres concretos, los de los explotadores (individuos o compañías), los de los acosadores (presuntos delincuentes) o los de los traficantes de mujeres y de mano de obra (bandas mafiosas internacionales con apoyos en nuestro país) se disuelva la causa en el silencio en el que muere el grito de protesta.

Nombres.