La fragmentación y aceleración de la información en nuestro mundo on line tiene de malo que la noticia, por tremenda que sea, dura poco, y pronto, antes que después, es sustituida por otra. Durante algún tiempo esa noticia que tanta alerta causó permanece en la memoria del lector, del espectador, pero su brillo ha comenzado a declinar, siendo su extinción cuestión de tiempo.

Un poco lo que le está sucediendo a la estrella enana de Puigdemont.

El expresident lleva cuatro meses fugado, los mismos que Junqueras en prisión. Todo el esfuerzo de Puigdemont ha ido orientado a mantener el foco sobre sí, las televisiones, las cámaras, mientras el mundo mediático se olvidaba del líder de Esquerra, no digamos ya de los Jordis... Pero ni siquiera la luz del plató permanente en que vive el candidato de PDECat ha sido suficiente para iluminar su futuro.

Simplemente, porque no había. Porque las estrellas no le iluminaban, como a Bunbury, y porque la luz de la historia no se había encendido para él.

Tampoco, si recuerdan, para Ibarretxe, cuya estrella enana se ha extinguido, habiendo dejado en el universo en recesión de la política vasca un agujero negro. ¿Qué fue de aquel astronauta que desafió las leyes gravitatorias? Quiso Ibarretxe descubir nuevos mundos, más allá de la galaxia constitucional, y le tomó el gusto a flotar en el espacio sideral, atado a la nave española por un delgado cable, hasta que el perno constitucional se soltó y el nuevo Spock se desvaneció en las sombras de la noche eterna.

¿Sucederá lo mismo con Puigdemont, igualmente el huido expresident se alejará de la tierra en un globo demasiado hinchado? A tenor de sus propias reflexiones, sí. Cuando un político cualquiera habla de traición de los suyos, de ser víctima de un sacrificio, cuando se siente abandonado y solo, casi perdido, como en aquella canción que no era de Bunbury, es que su brillo comienza a apagarse y a torcerse el rumbo hacia la inmensidad de la nada.

Dentro de un año y de dos, su actualidad estará ligada a su proceso penal. Dentro de cinco, casi nadie lo recordará.

La historia, ese universo vacío que los hombres se esfuerzan inútilmente por llenar, reservará para Puigdemont el mismo espacio que para Ibarretxe. Dos capítulos enmarcados en el final de la Transición y del bipartidismo, del terrorismo y la crisis. Poco más.