Lo mas suave que se puede tildar a la ministra Ana Mato es de ignorante. Largos años conviviendo con Jesús Sepúlveda, varios hijos en común, y no tenía ni idea de la procedencia de coches, regalos de Vuitton, lujosas y divertidas fiestas infantiles o selectas vacaciones en lugares de moda.

Nunca se le ocurrió preguntar -"¿Oye, Jesús, y quien paga esto?". Le parecía normal que el alcalde de Pozuelo pudiera permitir a su familia un tren de vida muy por encima de la media; que el edil se ocupara personalmente de la contratación de payasos y globos para un cumpleaños infantil o que le regalara bolsos de una de las tiendas más caras de Madrid. ¡Vaya bicoca de consorte!

DESCONOCEDORA de las finanzas familiares, tampoco preguntó a Jesús si se podían permitir viajes como los que hacían con todos los niños y que supusieron unos gastos de cincuenta mil euros que, ahora se ha sabido, pago la red Gürtel.

Tanta confianza tenía la ministra en el que entonces era su marido que no le pareció extraño que en su fiesta de cumpleaños, la de Jesús, se lanzaran toneladas de confetis. Debió ser como una nevada porque la distracción costó cuatro mil euros. Ni que fuera, su diligente esposo, el encargado de comprar y pagar el billete a Ecuador de su empleada de hogar.

O Ana Mato ganaba un sueldo suculento en el Partido Popular, que visto lo visto ya no se puede poner la mano en el fuego por nadie, o el alcalde de Pozuelo se había asignado un salario que triplicaba el del presidente del Gobierno, o era evidente que vivían por encima de sus posibilidades.

Tampoco le causó estupor encontrar un día un Jaguar en su garaje. No sentó a Jesús y le dijo: "oye vale lo de los viajes a Marbella y a Santiago, pero ¿no estarás utilizando mi sueldo para pagarte este coche de lujo?" No, no lo hizo.

Y como la ignorancia no es delito, la ministra de Sanidad no ve motivos por los que tenga que dimitir de su cargo y confiesa que no se le ha pasado por la cabeza.

Sin embargo, los ciudadanos pueden preguntarse cual es la capacidad de gestionar dinero público de la responsable de Sanidad cuando no fue capaz de interesarse por el coste desmesurado de las fiestas infantiles de sus hijos.

La alarma social puede estar motivada por la desconfianza ante una persona que vivió durante varios años por encima de sus posibilidades y que ahora considera lógico exigir a los españoles recortes en un bien imprescindible como es la Sanidad Pública.

¿Sabrá lo que está haciendo al dejar fuera de la cobertura de la Seguridad Social el pago de determinados medicamentos y prestaciones? ¿Se habrá enterado del coste social que representa el repago farmacéutico? ¿Conocerá el precio que supone para un crónico pagarse la ambulancia que lo traslada periódicamente al hospital?

Ya sabemos que el presidente del Gobierno tiene muchos problemas en la cabeza y de similar, o mayor, entidad que el relatado. Pero alguien debe tomar una decisión ante la voluntad de la ministra de aferrarse al cargo.

Su permanencia en el Gobierno es de traca. Periodista