El señor Carles Puigdemont, que nunca ha sido elegido por su pueblo, pues ocupa la presidencia de la Generalitat por mera delegación, acaba de decretar la existencia, el nacimiento de la nación catalana y la soberanía de la misma. España, según los fenicios de PdeCat, los cartagineses de ERC y los númidas de la CUP, ya no es soberana en Cataluña. El gobierno español, sostiene El Puigdi, no rige en Cataluña. Los tribunales españoles, advierte Puigdemont, ya no juzgan en territorio catalán. Las fuerzas del Estado español, Ejército, Policía Nacional, Guardia Civil, dejarán de ser necesarias en cuanto Cataluña disponga de su propia aviación, infantería, armada...

Enormemente satisfecho de su hazaña histórica, el president no tiene miedo de ser detenido, procesado, ni siquiera de ir a la cárcel (aunque en privado haya admitido que eso es muy posible). Pero, claro, si alguien presuntamente responsable de sedición, prevaricación y una larga lista de delitos contra las Administraciones del Estado y la Constitución española se va de rositas, mañana cualquier aventurero, o alguien tan soberanamente tonto para inmolarse como Puigdemont podrá seguir su (mal) ejemplo en otra autonomía donde previamente se haya fanatizado al personal con consignas y métodos filonazis.

El más listo de la pandi, en cambio, dicen algunos, es el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras. A la sombra de Puigdemont, el tonto útil, el bonzo, Junqueras podría hacerse con el poder cuando el PdeCat, frustrado por la desilusión de ese referéndum que nunca será, continúe su proceso de disolución y pérdida de sufragios, agobiado por los procesos pendientes de la familia Pujol, Mas, Homs y otros espadas de esa causa independentista que con tantas alegrías y patrimonios gratifica a sus fieles, madre superiora y acólitos.

Vicepresident del Govern, el frailuno Junqueras ha sido denunciado por la Fiscalía, pero hasta ahora, tirando la piedra y escondiendo la mano, había conseguido estar en misa y repicando campanas de revolución. Gobernando con los burguesones de la vieja CiU y almorzando con Soraya Sáenz de Santamaría. ¿De izquierdas, Junqueras, cómo dice? Puede que él lo crea, pero en su haber no hay políticas de tal sesgo. Su gestión, la de Puigdemont, es la de un gobierno (malo) de centro derecha.

Aquí no hay ningún Gandhi, ningún Mandela. Menos, en la CUP.