Tiempos oscuros. El vendaval Donald Trump sigue arrasando todo vestigio de humanidad mientras desprecia el derecho internacional y las propias leyes de su país. El infame capítulo de la historia reciente de Estados Unidos, cuando tras la invasión de Irak la Administración de George W. Bush, y en particular la CIA y el Ejército, utilizaron la tortura --siempre cruel, inhumana y degradante--, parecía cerrado hace siete años. Entonces el presidente Barack Obama firmó una orden ejecutiva prohibiendo su uso, y hace menos de dos el Senado aprobó una enmienda que prohibía concretamente técnicas como el waterboarding. Ahora, contra las seguridades dadas por su secretario de Defensa, James Mattis, y por el nuevo director de la CIA, Mike Pompeo, de que no violarían la ley, el presidente defiende el uso de la tortura y podría reactivar además las prisiones secretas de la agencia de inteligencia en el extranjero. En cualquier caso, la tortura nunca puede justificarse. Aquel capítulo de la desgraciada guerra de Irak generó dos reacciones que Trump haría bien en no ignorar, aunque eso es lo que va a hacer. La reputación de EEUU, que aquella guerra ilegal ya había socavado, cayó por los suelos. La otra consecuencia fue el acicate que el tratamiento inhumano de los prisioneros representó en la espiral de violencia que se desató en Oriente Próximo.

El inicio de las visitas guiadas en Sijena, para contemplar los primeros bienes del monasterio devueltos, es un primer paso cuya importancia nadie puede discutir, aunque todavía queda mucho por recuperar. Con mesura pero con claridad, el presidente del Gobierno aragonés, Javier Lambán, emplazó a Cataluña a cumplir íntegramente la sentencia que obliga a la Generalitat a reponer todas las obras procedentes del cenobio románico. La pura lógica y la más elemental justicia indican que tal hecho habrá de producirse tarde o temprano. Negarse a ello solo forma parte de una absurda operación de agitación política, tan de agrado de quienes gobiernan el territorio vecino.

A nadie se le oculta que lo ahora exhibido en Sijena es lo menos significativo del conjunto de objetos, imágenes y pinturas extraídos del convento y malvendidos en su día. El empeño de las autoridades catalanas en retener lo que los jueces les exigen devolver convierte la actual exposición en algo muy parcial. Aunque, sin embargo, señala un punto sin retorno.

El Ejecutivo aragonés debe mantener la presión sobre la Generalitat hasta lograr una plena satisfacción en este asunto. Existen ya suficientes pronunciamientos judiciales que avalarán y darán legitimidad y fuerza a tal acción. Este contencioso dejó de tener sentido hace mucho tiempo.