Todos los países afectados han sido capaces de sacar conclusiones y lecciones de los atentados del terrorismo yihadista. Lo hizo Estados Unidos con el 11-S, España con el 11-M, Gran Bretaña, Francia, Bélgica y tantos otros en África o en Asia. Hoy hace un mes de los atendados de Barcelona y de Cambrils en los que murieron 16 personas y que acabaron con la vida de ocho de los terroristas que los organizaron. El tema ha desaparecido del primer plano de la actualidad mientras la Rambla de Barcelona y el paseo Marítim de Cambrils intentan volver a la normalidad a pesar de que las alertas se suceden aquí y en el resto de Europa. Con todo, es imprescindible extraer lecciones, aprender del modo de actuar de los terroristas y de cómo se colaron en esta ocasión por las rendijas de nuestro sistema de seguridad. Porque volverán a intentarlo.

De las primeras investigaciones del sumario abierto, esta semana hemos sabido que los terroristas dirigidos por el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, consiguieron fabricar al menos 100 kilos de explosivos en la casa de Alcanar. Lo hicieron con la fórmula del TATP (triperóxido de triacetona) que se puede elaborar a partir de componentes adquiridos en el supermercado. Ahora sabemos que la ley que debe regular la venta de esos productos potencialmente peligrosos lleva cuatro años de retraso, cosa que ha provocado un expediente de la UE a España.

Hoy sabemos que los diversos cuerpos policiales acumulaban muchos datos parciales de Es Satty, suficientes parece para que puestos en un solo perfil pudieran haber disparado todas las alarmas sobre su potencial riesgo terrorista. Retales que por ellos mismos no eran concluyentes, su vinculación con la Operación Chacal, sus contactos con el grupo de Vilanova dedicado a radicalizar a jóvenes y enviarlos a Irak, su orden de expulsión anulada en Castellón y las suspicacias que levantó en la policía belga. Cada cuerpo de seguridad -Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil- tenía un fragmento, pero nunca los pusieron en común. Por eso los sindicatos hablan de incomunicación a la que suma la descoordinación política. Y por eso piden que se adapte la ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado al actual contexto. Dos lecciones, de momento, del 17-A que nos remiten al poder legislativo: ¿para cuándo se decidirán a actuar?