El sombrío panorama económico descrito ayer por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el transcurso del debate en el Congreso dedicado al último Consejo Europeo ha echado leña al fuego del pesimismo. Si tan descarnada exposición es o no la fórmula elegida por el Ejecutivo para preparar a la opinión pública antes de las reformas laboral y financiera, es algo que está por ver en los próximos días. De lo que no cabe duda es de que el equipo económico de Rajoy, a falta de concreciones, da muestras de desconcierto al afrontar el damero maldito de por lo menos tres crisis superpuestas e íntimamente relacionadas: el paro desbocado, el saneamiento de las entidades financieras y la reducción drástica del déficit.

MÁS DETERMINACIÓN, MENOS DUDAS

Las previsiones dadas a conocer ayer por el servicio de estudios del BBVA confirman los peores presagios para el 2012 --recesión y aumento del paro--, pero apenas difieren de las sabidas con anterioridad a las elecciones legislativas de noviembre. De forma que cabía esperar del nuevo Gobierno más determinación y menos dudas, más cohesión y menos discrepancias entre los ministros más directamente comprometidos con la marcha de la economía.

Por desgracia, no es así. Rajoy se escudó ayer en la necesidad de conocer las previsiones de la Unión Europea para divulgar el presupuesto que fijará el rumbo. Pero es este un requisito que no debiera traducirse en parálisis porque uno de los vectores, la eventual ampliación a causa de la recesión de los plazos para lograr el equilibrio presupuestario, no cuenta con grandes defensores en el eje franco-alemán. Aunque se trata de una pretensión realista y razonable que el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, mencionó durante la campaña electoral.

CAMPAÑA ANDALUZA

Tan preocupante como esta indeterminación lo es la sospecha de que, en realidad, el Gobierno alarga la elaboración de los presupuestos y el enunciado de la reforma laboral para que no interfieran en la campaña de las elecciones andaluzas. Este recurso táctico puede ser rentable para Javier Arenas, candidato del PP, pero no para el país, que aguarda expectante las malas noticias. Y los remedios para salir del atolladero, aunque los populares deban pagar por ellos el correspondiente desgaste político.