El mismo día en que Rajoy vino a Zaragoza a coronar a Luisa Fernanda Rudi como reina de la futura fiesta popular, Agapito Iglesias lanzaba desde los medios un órdago a las cajas de ahorro y las instituciones aragonesas para que le ayuden con la deuda que mantiene en la UCI a su Real Zaragoza (y de paso le metía a Bandrés una segada en toda la espinilla). Acosado en su sueño de glorias sin fin, Belloch imaginaba que la crisis cede en un par de años (o menos) y vuelven los viejos buenos tiempos del bisnis inmobiliario (y con ellos la pasta, la inversión y el despelote). Iglesias caminaba china-chana hacia la prejubilación. Y Zapatero aseguraba que él va a seguir con lo suyo hasta el fin. Cada loco con su tema.

Rajoy espera que el poder le caiga en la mano como fruta madura. El otro día, en estas páginas, Antonio Franco comentaba las prisas del PP por hacerse por fin con el control, única manera de que la derecha política, social y mediática nos deje respirar a los españoles sin soportar a cada minuto esa catarata de advertencias, amenazas, chantajes, delirios, críticas, descalificaciones y demagogias (y sin escuchar las patéticas respuestas de los blancos, alonsos, pajines y demás servidores del semiarruinado Estado del Malestar). Pero yo diría que los conservadores (al menos los más listos) aspiran en realidad a que Zapatero se coma la reforma laboral que le exigen a gritos (y a hostias casi) los jodidos mercados, se trague la huelga general subsiguiente (a cuyo éxito colaboraran las gentes de orden con enorme placer), transite por el filo de otro bajón económico, padezca el viacrucis presupuestario y lo deje todo preparado para el retorno de quienes nunca debieron dejar de gobernar. Ya vemos que esas historias de Camps sus amiguitos, el tesorero Barcenas y la presunta mierda del Gürtel no pagan peaje electoral. La izquierda social abandona al PSOE a su (mala) suerte. El tema, pues, está a huevo para que don Mariano, sin ninguna prisa ni esfuerzo (no se hernie, el caballero), coja las riendas del país y lo gobierne plácidamente. Su primera legislatura será de caramelo. La herencia que recibirá lo justificará todo. Será el "vale, Rajoy, lo que usted quiera".