Al personal le ponen los pelos de punta noticias como la de esa conspiración de varios grandes bancos internacionales que manipularon alegremente el euribor. Así, ganaron (ellos y el resto de la peña financiera) fabulosas cantidades, muy superiores, supongo, a las multas por un total de 1.710 millones que les ha impuesto la UE. Y cuando al aterrado español de a pie aún no se le ha pasado el susto, siempre puede empalmar el escalofrío con el causado por la siempre creciente factura eléctrica, cuyo inmediato incremento es cosa segura. Estamos en manos de unos superladrones sin entrañas ni escrúpulos y eso produce miedo al más pintado.

La economía real se basa en unas reglas cada vez menos disimuladas: codicia, corrupción, crueldad y cinismo. Pero no es eso lo peor, sino el hecho de que la política, concebida en su versión democrática como un mecanismo destinado a controlar las terribles tendencias naturales de los mercados, se muestra incapaz de cumplir su función. Y cuando digo política aludo a las instituciones depositarias de la soberanía popular, así como a la propia sociedad civil, movilizada para no dejarse pisotear por una minoría de estafadores trajeados. Claro que hacer lo que debería hacerse (o sea, lo contrario de lo que hace Rajoy) no es sencillo. Eso, en caso de que supiésemos cómo afrontar esta jodida situación. Que no lo sabemos.

Desde posiciones alternativas (progresistas, de izquierda o como se quiera denominarlas) se lanzan proclamas a favor de los derechos sociales y, simultáneamente, contra la deuda ilegítima y las élites extractivas. Eso está bien, sólo queda encontrar la manera de darle la vuelta a la tortilla... sin causar un desastre todavía mayor. Digo esto cuando acabo de leer las últimas noticias que llegan desde Venezuela, donde a un gobierno populista, izquierdizante y demencial (antes con Chávez y ahora con Maduro) se le está yendo de las manos la economía pese a todos sus decretos y amenazas. La política, bien se ve, ha de ser inteligente, honesta, dirigida al bien común, participativa, justa... y eficaz. Si no, no hay nada que hacer.