La metáfora de Nelson Mandela era la imagen fotográfica de su propio puño derecho cerrado. Sí, el símbolo internacional de las izquierdas: la resolución, el coraje, la unidad del pueblo. El viejo líder fue básicamente un marxista, un subversivo catalogado por los servicios secretos occidentales como notorio comunista y jefe del ala más combativa del partido Congreso Nacional Africano. Además de eso, Madiba encarnó la inteligencia, el pragmatismo, la honradez y la piedad. Cuando decaía el brutal régimen que durante muchos decenios oprimió a su gente, Mandela tuvo la clarividencia suficiente como para entender que nada se ganaría desencadenando un combate a muerte entre las masas negras y sus explotadores, porque al final de la matanza también aquellas saldrían perdiendo. Por eso pilotó una transición compleja pero negociada, que no destruyese al país aunque tampoco acabase de raíz con la distribución desigual de la riqueza. El acto que le consagró como un icono global reveló las contradicciones inevitables de la política. Porque siempre es mejor dar rodeos y retroceder ("Dos pasos adelante y uno atrás", aconsejaba el mismísimo Lenin) que caminar en línea recta hacia el desastre a impulsos del fanatismo ideológico.

El caso es que al viejo guerrero ("Tú nos diste la victoria, tú nos has devuelto la dignidad", cantaba la gente a su paso) le han ido a rendir pleitesía todos los jefazos habidos y por haber. Bastantes de ellos, por cierto, herederos directos de quienes compadreaban abiertamente con el régimen racista que le mantuvo entre rejas. Y en algunos discursos se ha hablado de Nelson Mandela más como un bueno de película (Morgan Freeman en Invictus) que como el duro resistente que fue. Rajoy, en su profunda incuria intelectual, incluso ha querido ponerle como ejemplo a seguir en España... a la hora de consensuar la destrucción del Estado del bienestar con la coartada de la crisis. Ante semejantes salidas, imagino al orgulloso luchador negro deshuevándose en la tumba.

Mandela es quien fue. Y no cabe reinventar ni posmodernizar su testimonio. Mirad su puño alzado.