La izquierda española (el centroizquierda, si prefieren) tiene hoy un único impulso: desalojar del poder al PP. Desde los más tibios hasta los más radicales, desde la socialdemocracia al comunismo duro, los progresistas saben que si la derecha sigue gobernando una segunda legislatura, el desmantelamiento del Estado del Bienestar y la regresión de los derechos democráticos alcanzará límites críticos en una deriva irreversible. Pero una cosa es que esa sensación sea compartida por casi todos, y otra muy distinta que existan o vayan a existir mecanismos capaces de transformar la voluntad de cambio en unidad de acción y no digamos ya en unidad electoral.

Desde algunas perspectivas, el test de las europeas servirá para acreditar, o no, las opciones de cada cual. Y puede haber sorpresas. Por ejemplo, la habitual tendencia de los socialistas oficiales a dejar que la lógica de la alternancia con el PP les devuelva antes o después al poder tal vez acabe en frustración. Muchos votantes ya no creen que el PSOE sea la opción menos mala y la única útil para cerrarle el paso a la derecha. Este razonamiento no tendrá la eficacia de antaño. Aunque tal vez funcione ocasionalmente como reacción a la agresividad conservadora. Está escrito no obstante que Rubalcaba o quien llegue a sucederle habrá de entenderse cuando menos con IU (en Aragón, además, con CHA) para recuperar el control de las instituciones.

Por eso IU vuelve a ser muy importante. La coalición va a ser objeto de peleas internas entre las tendencias verticales de los dirigentes y cuadros más ortodoxos y las propuestas favorables a una renovación conceptual que fomente la apertura al resto de la izquierda política y social para elaborar un programa común y crear una marca electoral unitaria. La lógica de la unidad resulta aplastante y sería ventajosísima en todos los aspectos. Pero los personalismos, los miedos y el egoismo siguen ahí. La izquierda dejó de ser pura hace muchos tiempo, si es que lo fue alguna vez. Ahora, en el siglo XXI, deambula por el laberinto intentando huir de sus fracasos, superar sus prejuicios y comprender que empieza una nueva era.