Pues sí, una vez abierto siempre puede haber sorpresas. Fíjense ustedes en la movida del PSOE. Montan unas primarias cerradas, aparentemente sometidas al control del aparato, y todo marcha según lo previsto hasta que aparece un compañero respondón, Fernando Heras, exalcalde de Monzón, dispuesto a disputarle el puesto al mismísimo secretario general, Javier Lambán. Bueno, dicen los enterados, este no logrará los 1.300 avales, tranquilos que la cosa está bien atada. Pero el contestatario, aun no disponiendo de recursos orgánicos, ya lleva recogidos 1.700. Las grandes familias del partido, las que acuerdan quién va y quién no va, se han puesto nerviosas. No tienen por qué, pues cuanto más auténtica e igualada sea la pelea entre los aspirantes, más credibilidad tendrá el ganador.

Por eso las primarias tienen su predicamento. Decir que son un invento yanqui y una simple operación publicitaria es una simplificación pelín dogmática. Ofrecen, en todo caso, una solución más participativa y más democrática a la delicada tarea de decidir en cada partido quién (y con qué propuestas) será candidato en las distintas contiendas electorales.

En estos momentos es necesario romper las inercias políticas y sociales que nos han traído hasta la megacrisis política y económica. Les pongo otro ejemplo: las investigaciones sobre Plaza. Lo que empezó por una denuncia sobre un tema parcial y muy concreto ha permitido ahondar en el que sin duda va a ser (de momento) el escándalo más importante, cualitativa y cuantitativamente, ocurrido en Aragón. Ya se evalúan en más de cien millones los sobrecostes anómalos y cada nuevo dato pone de relieve la clase de administración vivalavirgen que se gastaron en la susodicha sociedad.

Imaginen ustedes que el resto de las empresas públicas aragonesas fuese sometido a una auditoría implacable. ¿Qué no saldría a relucir, habida cuenta la forma en que han sido gestionadas todas o casi todas ellas? Moraleja: hay que abrir muchos melones, muchas ventanas, muchas puertas, muchos tabiques. Que la luz del sol espante a las sabandijas.