Cuando se desahoga, Ricardo García Becerril culpa a los periodistas de sus males. Por esa regla de tres, ¿qué responsabilidad nos cabe en la cuarta imputación que le acaba de caer? Lo cierto es que al exgerente de Plaza le han estallado en la cara los euros que guardaba en el colchón, la multifuncional guardería que sus hijas habían montado en Plaza y un desmesurado desorden en las contratas y cuentas que fueron de su competencia. Los profesionales de la información se han limitado a recoger el contenido de autos judiciales, informes policiales y otros datos relacionados con una investigación que acumula una carga de prueba insoslayable. Cuando dicha investigación ha detectado un sobrecoste de más de cien millones en la urbanización y construcción de la Plataforma zaragozana, no hay presunción de inocencia que pueda tapar tal escándalo. Es así de simple.

Quienes están tocados por el mentado caso de casos hablan de persecución política y aluden a la relación personal que hay o hubo entre uno de los jueces que llevan el tema y un dirigente del PP aragonés (actualmente consejero del Gobierno autónomo). No parece una línea de defensa demasiado convincente. Más efectivo sería que alguien explicara cómo pudo ser que el Departamento de Obras Públicas (mientras era dirigido sucesivamente por los socialistas Velasco y Vicente) descontrolara de tal manera las inversiones en Plaza. Más limpio quedaría que la diputada (y excandidata a presidir la DGA) Eva Almunia dejara voluntariamente su escaño en las Cortes aragonesas, a la vista de que su marido y correligionario, Carlos Escó, exconsejero delegado de la sociedad pública hoy bajo sospecha, sigue imputado y en cualquier caso será objeto de las indagaciones que ha de llevar a cabo la Cámara en cuestión.

Demasiados políticos se empeñan en ignorar el calado de su descrédito. Ciegos y sordos, siguen en la burbuja convencidos, según parece, de que la ciudadanía es estúpida, está desinformada y en última instancia tendrá que morir al palo. Mala percepción, mal cálculo y muy mal rollo. Tal vez seamos tontos... pero no tanto.