Si nos dejamos acunar por las nanas que TVE canturrea desde sus telediarios, Juan Carlos I y Adolfo Suárez habrían hecho la Transición casi solitos. Se trata de una distorsión de la historia que amenaza con intoxicar las versiones corrientes de lo que pasó tras la muerte de Franco, como antes se contaminaron otros relatos contemporáneos. Las Españas comparten una desdichada desmemoria, vulnerable aún a las puñaladas del revisionismo y al imaginario nacionalcatólico.

Que Suárez y el Rey tuvieron un importante papel en el retorno de la democracia, nadie lo duda. Que su protagonismo fuera tan señalado y decisivo como pretende hacernos creer la tele oficial (sin duda con la intención de aprovechar el momento para meterle respiración asistida al juancarlismo) es discutible. Aquellos fulgurantes y peligrosos años estuvieron preñados de esperanza, sufrimiento, huelgas, crímenes y una larga serie de sucesos producto, no pocas veces, de la buena o mala suerte. La partida la jugaron, como pudieron, las grandes estrellas de la política (hace poco murió también Santiago Carrillo), otros actores relevantes emergidos de los poderes y los contrapoderes, las cancillerías de algunos países extranjeros... y millones de españoles que tomaron decisiones, corrieron los mayores riesgos e incluso derramaron su sangre. Los militantes de los partidos clandestinos, de Comisiones Obreras y de las organizaciones agrarias, profesionales y estudiantiles. Los que salían en manifestación legal o ilegal. Los asesinados en Vitoria o en el despacho de abogados de Atocha. Las víctimas inocentes de ETA y el GRAPO. Los que votaron la Constitución. Los trabajadores que aceptaron a regañadientes los Pactos de la Moncloa. Los periodistas que se la jugaban para ampliar un día y otro las fronteras de la libertad.

Suárez lo hizo bien. Demostró sin duda una inteligencia estratégica, una capacidad de maniobra y un valor que le dejan a años luz por encima de los actuales líderes políticos. Pero eso es cosa sabida y repetida. Hoy, prefiero recordar a los extras de aquella película. Sin ellos la democracia no hubiera sido posible.