Cuando hablo de realidad virtual, inteligencia artificial y otros inventos no aludo solo a la publicidad o el entretenimiento (seductores o, si lo prefieren, alienantes), no. Me refiero a un nuevo modelo de sociedad que se diferenciará radicalmente del actual y que hará saltar por los aires (ya lo está haciendo) los paradigmas de la modernidad optimizados en Occidente durante la segunda mitad del siglo pasado por la irrupción de las masas organizadas en el tabernáculo del poder. Eso es lo que parecen no querer ver muchas personas, empeñadas en un imposible retorno a los momentos más felices del pasado (en cuanto pase la crisis), o de aquellas otras deslumbradas por las nuevas tecnologías e incapaces de calcular los riesgos.

No quiero imitar a quienes al inicio de la primera revolución industrial rompían las máquinas porque eliminaban mano de obra, pero debo advertirles de que internet es un universo de posibilidades ilimitadas que recompondrá de cabo a rabo las relaciones económicas a todos lo niveles. Por ejemplo, cualquier acto o consumo que no precise estrictamente nuestra presencia física abandonará casi toda su ubicación tangible para retirarse a los servidores. Ya compramos billetes de avión y reservamos hoteles sentados al ordenador. También adquirimos múltiples productos (o nos los bajamos gratis, si se trata de información y creaciones culturales). Pronto encargaremos, tras consultar en los diferentes comparadores, cualquier cosa que nos interese, o controlaremos nuestros gastos e inversiones, o nos relacionaremos con las administraciones. De hecho todo eso ocurre ya. La pérdida de puestos trabajo será descomunal (más si agregamos a ello el impacto de la robótica), y de momento no se intuye ningún factor compensatorio. Además proliferarán los grandes monopolios globales. ¿Qué otra cosa son Google, Amazon, Facebook y la propia Microsoft?

Pero discúlpenme, les estoy agobiando. Seguro que al final habrá soluciones para todo. En esta esperanza les dejo por unos días. Antes de una semana vuelvo. Aprovechen para comprar optimismo. Por internet, claro.